sábado, 12 de marzo de 2011

LA MIRADA HACIA EL OTRO: CUESTIÓN DE PSICAGOGÍA*

THE LOOK TOWARD THE OTHER ONE: PSICAGOGÍA'S ISSUE

LE REGARD VERS L'AUTRE : UNE QUESTION DE PSICAGOGIQUE

Mario Germán Gil Claros**

RESUMEN

El presente artículo centra su atención en destacar la formación de sí mismo a través de unas técnicas específicas de aprendizaje, asumidas como ejercicio pedagógico, el cual distingue la mirada que se tiene del sujeto moderno, contrastado con el mundo antiguo a partir de la lectura que se realiza de Michel Foucault, en una hermenéutica del sujeto y de su relación con el Otro, punto de culminación de todas mis pretensiones en el mundo.

Palabras clave: Filósofo maestro, mundo antiguo, Otro, psicagogia, sí mismo, sujeto moderno.

SUMMARY

The present article centers its attention in highlighting the formation of oneself through some specific learning techniques, assumed like pedagogic exercise, which distinguishes the look that is had of the modern subject, contrasting with the ancient world as from the reading of Michel Foucault, in one hermeneutical of the subject and the relation with the other one, point of culmination of all my hopes in the world.

Key words: Master philosopher, ancient world, Another One, psicagogia, oneself, modern subject.

Résumé

L'article suivant centre son attention dans détacher la formation de soi-même à travers de quelques techniques spécifiques d'apprentissage, assumées comme un exercice pédagogique, qui distingue le regard qui existe du sujet moderne, résisté avec le monde antique à partir de la lecture fait de Michel Foucault, dans une herméneutique du sujet et de sa relation avec l'Autre, un point de culmination de toutes mes prétentions dans le monde.

Mots clés : philosophe maître, monde antique, Autre, psicagogique, soi-même, sujet moderne.



LA MIRADA DEL SUJETO MODERNO.

Asumimos la mirada y condición de vida del sujeto moderno a partir del momento cartesiano y kantiano, en la autonomía de la conciencia, en la transformación íntima de sí mismo; lo cual implica un desplazamiento que invita a formular nuevas preguntas e inquietudes en las que el sujeto no deja de cuestionarse su situación en el marco de lo que es su historicidad. En nuestro caso, en el mundo moderno, la mirada se desplaza hacia el lado de la ciencia y de la técnica. En Foucault este desplazamiento está dado no sólo hacia la ciencia, sino también hacia la religiosidad; lo que él llamó “la pastoral cristiana”, acaparada por la técnica de la confesión. Esta preocupación pasa por la constitución, nacimiento y aparición del sujeto moderno, el cual queda objetivado, preso por el mundo de las cosas, por el sentido de posesión y no por su manera de ser. Posición que criticara Erich Fromm en ¿Tener o ser?, (1) a partir de un sesgo marxista y budista en su reflexión. Esta relación con el mundo de los objetos se ampara en una razón que busca la verdad, no en sí misma, sino en la evidencia, la certeza o la experiencia.

Este sujeto moderno está dispuesto a conocer, sin el recurso espiritual, su nueva fe está retenida en la ciencia, en el yo y no en el ser. Esta nueva mirada de corte científico y ególatra es lenta en el momento de su surgimiento, en especial en lo que atañe a la filosofía cartesiana, cuya mayor expresión y caracterización en el ámbito literario europeo se refleja en la figura tormentosa, ansiosa y curiosa del Fausto (2) de Goethe, ampliamente trabajado por Marshall Berman en Todo lo sólido se desvanece en el aire. (3) En esta dirección, Berman desarrolla un certero análisis del sujeto burgués y lo que para él representa la modernidad en medio de su fragilidad y ambigüedad, en ser o no ser; por ejemplo, en política demócrata en el espacio público, pero tirano en el entorno familiar. Este punto de vista caracteriza en buena parte el espíritu de la modernidad. Es decir: conflictiva consigo misma, tal como lo ha señalado la filosofía de Kierkegaard respecto a la existencia humana.

El momento cartesiano se vuelve angustioso, rompe la aparente tranquilidad espiritual hasta el momento construida. Etapa que se aprecia en la reforma del entendimiento que lleva a cabo el sujeto en el ambiente filosófico, en el que se exponen las reglas para la reforma del intelecto, manifestado en el método como herramienta para conseguir la verdad, albergada por fuera del sujeto. Método que exige un procedimiento preciso, claro, racional y demostrable. Ya no es un problema del saber espiritual, sino de una verdad de orden científico, la cual modifica la mirada del sujeto ante el objeto. Asimismo, este momento lo apreciamos en la pregunta por la Ilustración que formula Kant, a la vez Foucault al mismo Kant, por la condición de lo que somos en nuestra actualidad, por lo que representa como experiencia, inscrita en una ontología del presente crítico, análogo a una analítica de la verdad. Postura que afecta, cuestiona y atraviesa el pensamiento de los siglos XIX y XX. (4)

Son las preguntas que por su magnitud perturban el sueño del hombre, desde la antigüedad hasta nuestra actualidad; emergen en los momentos de profundas crisis espirituales y nos hacen volver la visión al pasado humano, en la posible búsqueda de respuestas. Si revisamos detalladamente la obra foucaultiana desde nuestro presente, está signada por este tipo de preocupación ontológica, por lo que somos, parejo a una posición crítica de la verdad y de su incidencia en los comportamientos, ya sea como expresión científica o positiva en la modernidad. Ante esta crítica, Foucault propone una postura de orden actitudinal filosófica como práctica reflexiva, como experiencia de sí que nos ayuda a constituirnos en lo que somos, en nuestro ahora, a partir de una postura ética, asumida como libertad de sí mismo, a través de unas técnicas de sí, entendidas como tecnologías políticas. (5) En este sentido, Foucault echa un vistazo a algunas filosofías del siglo XIX, caracterizadas por el esfuerzo de pensar esta preocupación espiritual al interior de ellas mismas. Tal como se aprecia en Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche, en los que se piensa la libertad por medio de una actitud filosófica, frente a las nuevas exigencias que traen las sociedades capitalistas ante la concepción de un sujeto productivo, el de la revolución industrial, ante la cual Marx fue un agudo crítico.

Así, este desplazamiento del mundo moderno hacia el ámbito de las ciencias y de la tecnología, mantiene la preocupación espiritual en medio de tanta objetividad mundana, objeto de agudas críticas, pareja al exagerado culto al narcisismo como lo ha mencionado Kierkegaard, ante todo en lo que compete a la estética carente de un compromiso ético para el sujeto mismo. (6) Son las viejas preguntas que aún giran en la existencia de la cultura, en nuestra condición de ser en la actualidad, en la constitución de la verdad de sí mismo como experiencia de vida filosófica, mediados por situaciones de orden social, económico, político, ambiental, entre otros; en el que la democracia debe ser replanteada bajo una mirada participativa ante la agonizante democracia representativa, en el que el papel de los actores sociales sea determinante en las maneras de vivir. En fin, el ejercicio de una democracia pasa hoy por la mirada del saber y del conocimiento, del dominio, del cuido y del gobierno de sí, que han de cultivarse en aquellos interesados por estas formas de vida.

En consecuencia, el yo que nace del momento cartesiano, es fruto de la relación con la verdad objetiva y matemática, en el que entra en juego una disposición racional abstracta, acompañada del método científico. La interioridad pasa a ser un problema de exterioridad, de manipulación, y de resultados palpables, en la que el sujeto queda condicionado a este tipo de relación verídica. Para Foucault en este sentido, la idea de sujeto es: “Una cosa compleja, frágil, de la cual es difícil hablar, y sin la cual nosotros no podemos hablar”. (7) Tal como se encuentra configurado en las ciencias humanas, cargadas de un excesivo positivismo en su reflexión. (8)

LA MIRADA DE SÍ MISMO EN EL ACTO PSICAGÓGICO

El trabajo espiritual que hoy se puede adelantar a partir de una reflexión filosófica asumida como experiencia de sí, consiste en develar el manto ficticio en el que está envuelto el sujeto, impidiéndole liberar su condición de ser. Es la pregunta que deja entrever el pensamiento de Foucault y toma salida en lo que sería la elaboración de una actitud filosófica, por medio de unas artes de la existencia, dada en una constitución ética, principio de libertad y de gobierno de sí. En este sentido, el cuido de sí en lo que sería una actitud filosófica, se refleja en el momento socrático-platónico; en el que se destaca dicha preocupación, constituyéndose en uno de los mayores aportes para la cultura occidental, reflejado en la figura del filósofo que habla en la plaza pública y participa en los asuntos esenciales de la polis como cualquier ciudadano libre.

Ocuparse de sí no significa estar preso de las cuestiones ni implica ser esclavo de ellas, ante todo exige un pensamiento y modo de vida particular, lo cual permite saber y contextualizarse en el universo y con los suyos. Nos invita a pensar, hablar y actuar como experiencia filosófica en un hombre proyectado en el seno de su comunidad política, seguro en sus diversas acciones públicas. Foucault, refiriéndose al ciudadano griego, en especial a Socrátes y Alcibiades, nos dice : “Y es allí que Sócrates le dice : pero, finalmente, de la misma manera, tienes que poner un poco de atención a ti mismo ; ocupa tu mente en ti mismo, toma conciencia de tus cualidades y es así que tú podrás participar en la vida política”. (9) Es la atención que la filosofía busca públicamente modificar, enseñar y descubrir en el espíritu del hombre : su condición de ser ciudadano autónomo.

¿Cómo puede llevarse a la práctica la actitud filosófica en la formación de ciudadanos libres? La educación es pieza clave en dicha pregunta, en lo que sería conocerse, cuidarse e indagarse en el ejercicio ético de sí mismo. Dos modelos, entre tantos, destacan: primero, la formación espartana fundamentada en el espíritu militar de sus integrantes. (10) Es una referencia de cualidad que:

1. Asegura el buen comportamiento.

2. Afirma la grandeza del alma.

3. Da coraje, valor, ánimo.

4. Fortalece la resistencia.

5. Gusto por los ejercicios.

6. Búsqueda de honores.

Segundo, la formación del joven príncipe persa, centrada en el modelo del maestro a partir de cuatro cualidades:

1. Un maestro para la sabiduría. Es aquel que forma al joven para el saber.

2. Un maestro para la justicia. Semejante a las cátedras que se imparten en la enseñanza de la democracia y la constitución política.

3. Un maestro para la temperancia. Lo que sería la ética.

4. Un maestro para el valor, el ánimo, la entereza.

Estas referencias educativas van a marcar el momento de cómo constituir la actitud filosófica en el joven, con la mediación de la figura del maestro o el filósofo pedagogo, el cual piensa el momento formativo del discípulo en el gobierno de sí, ligado a su preparación como ciudadano en el ejercicio de la política, en la capacidad de gobernar y de ser gobernado como hombre libre. En consecuencia, una buena educación garantiza la formación de un êthos fuerte en el joven, en el que el pedagogo cumple un papel central. Nos hallamos ante una faceta concreta del ejercicio de la actitud filosófica: el gobierno político de la ciudad.

Por otra parte, la relación entre el maestro y el discípulo se encuentra mediada por el principio de amistad, en el que el primero pone en evidencia aquello que el otro ignora, objeto de preocupación y educación, que le obliga a saber quién es y cómo ha de conducir su existencia citadina, en la asunción de los asuntos domésticos y políticos de los que no puede prescindir como adulto. En este sentido, Kant expone socráticamente, desde una psicagogia, las bondades del método dialógico entre el maestro y el discípulo en su formación. “Porque si alguien quiere preguntar algo a la razón de otro no puede hacerlo más que dialógicamente, es decir, de modo que el maestro y los discípulos se pregunten y respondan recíprocamente. El maestro preguntando dirige el curso del pensamiento de su discípulo, al desarrollar en él solamente la disposición para determinados conceptos proponiéndole casos (es la partera de sus pensamientos); el discípulo que descubre así que él mismo es capaz de pensar, da pie con las preguntas que plantea a su vez (sobre la oscuridad o la duda que provocan las proposiciones formuladas) para que el maestro mismo, según el docendo discimus, aprenda cómo tiene que preguntar bien. [Porque es una exigencia que se hace a la lógica y que no se ha tomado suficientemente en cuenta, la de que facilite también las reglas para buscar convenientemente, es decir, no sólo en pro de juicios determinantes, sino también de juicios previos (iudicia praevia) que nos conducen a pensamientos; una enseñanza que incluso puede servir al matemático como indicación para sus invenciones y que también él aplica a menudo]”. (11) Surge la pregunta por sí mismo y por el estatuto que juega el sujeto en ella, en la que la actitud ética asumida como actitud filosófica, precisa de la capacidad del sujeto de gobernarse y gobernar a partir de una postura práctica en su modo de ser. La educación en esta dirección, brinda unas técnicas que van a fortalecer esta capacidad de orden reflexivo como lo veremos en el transcurso de este escrito. Es pues que para Sócrates, un buen trabajo pedagógico en los jóvenes espíritus pretende la rigurosidad y la disciplina como el ejemplo espartano y la sabiduría, como lo ilustra el caso persa, en la pretensión de ser dueño de sí mismo.

La actitud filosófica, previa elaboración de un êthos, implica la capacidad de asumir libremente los retos que se presentan en el contexto; ya sean domésticos o públicos. Acompañada por la pedagogía, sostén capital en la formación de los jóvenes espíritus, en muchos casos de orden espiritual, seguidos por técnicas específicas en su aplicación, modificados con relación al saber y a la verdad. Es decir, hay una transformación y cualificación del modo de ser. Foucault lo ha llamado técnicas de sí, las cuales en su procedimiento se constituyen en una especie de ritual, al procurar el dominio de sí en relación con los deseos y los placeres, en una vida transformada en arte, no desligada de la creación, ni de la estética existencial. Es una epimeleia que consiste en un trabajo ético riguroso sobre sí mismo, el cual se extiende a otros asuntos de nuestra cotidianidad. Esto implica una actividad, una atención y una conciencia de lo que somos en un contexto determinado, en el que nos desenvolvemos, previa pregunta y exploración de nuestro mundo interior como saber propio, en la búsqueda terrenal de dar a la vida cierto valor mundano. Sócrates la vería en el bien del ciudadano; Epicuro en el saber vivir lo mejor posible a partir del cuido de sí mismo. Este tipo de actitud ética está enraizado en las preocupaciones humanas en procura de un mejor modo de vida, signada por su brevedad. Epicuro es un fiel ejemplo de este tipo de ética para la vida. (12) Este asunto ético, Foucault lo caracteriza por la escritura como ejercicio pedagógico; determinado por:

1. Libros de vida, de guía. Es decir, libros públicos.

2. Destaca la vida de los personajes.

3. Es un aprestamiento que incluye: la abstinencia, el silencio, la memorización, el examen de conciencia, la meditación y la escucha del Otro. Punto que la escuela de hoy ha perdido considerablemente.

Es una manera de llegar a la verdad de sí, en una vida valorada a través de unas técnicas que en su accionar se transforman en arte. En esta dirección, la filosofía se convierte en un asunto práctico en la constitución de sí, en la que la hupomnêmata por medio de la escritura pedagógica se da el cultivo de la existencia. “Tal es el objetivo de los hupomnêmata: hacer de los recuerdos de un logo fragmentario, transmitido por la enseñanza, la escucha o la lectura, un medio de establecer una relación de sí tan adecuado y perfecto como sea posible”. (13)

De lo anterior podemos decir: conocerse y cuidarse a sí mismo radica en la necesidad de reconocerse y en descifrar la verdad de sí como sujeto en el mundo. Verdad matizada por diferentes circunstancias que inciden en la autonomía moderna en relación con el Otro y con la libertad. En Foucault se daría a partir de una posición estética de la vida, asumida como estilo en relación con el Otro. Nos enfrentamos ante la posibilidad de volver la vida políticamente una obra de arte, a partir de una filosofía práctica que en esencia va en contravía del pensamiento cartesiano. (14) En esta dirección se plantea el interrogante de cómo el sujeto se designa, se reconoce y se constituye, tal como se propone en el momento cartesiano, en relación con lo que Foucault llamaría: los juegos de verdad, considerados como premios a conseguir por quien o quienes participan en dicho evento, por medio de sus experiencias ligadas al ejercicio del poder que se dan en los comportamientos. En este sentido, el valor de la actividad filosófica radica en abordar dicho interrogante desde el presente en lo que seríamos y deseamos no ser, en un pensamiento crítico de lo que es la filosofía y la actualidad.

Para Foucault existen técnicas (denominadas por él tecnologías de sí), desarrolladas como prácticas en la conducta, que buscan transformar a los sujetos, modificar su singularidad y hacer de la vida una obra de arte, tal como se manifiesta en el pensamiento antiguo. En estas técnicas apreciamos un sujeto dueño de su existencia, puesto a prueba en lo que respecta al desenvolvimiento de su condición de ser en el presente, en el que la libertad está en juego a través de dichas artes. Es la manera por la cual el sujeto se reconoce en sus experiencias, articuladas y enraizadas en la cultura, valoradas por diversos tipos de saber, de discursos normativos y formas de subjetivación como destaca Foucault. (15) En esta dirección, se plantea el interrogante de cómo el sujeto se digna reconocerse a partir del momento cartesiano, en relación con la verdad constituida como premio a ser obtenido, por quienes participan en su dinámica y en experiencias ligadas al ejercicio del poder que se dan en los comportamientos de los implicados. O sea, el valor de la actividad filosófica radica en abordar estos interrogantes desde el presente, por medio de un pensamiento crítico de ella misma, en la hermenéutica histórica del sujeto irradiada al escenario público y político, en el que la vida ética se vuelve centro de preocupación, de problematización, en función de unas artes de la existencia. Hoy estas artes y técnicas se encuentran mediadas por otros saberes, en especial por la escuela moderna, que asume a su manera este proyecto formativo del sujeto contemporáneo.

Las prácticas de la existencia las problematiza Foucault a partir de ellas mismas, preguntando las condiciones por las cuales el sujeto se instala en el mundo, una vez develado en él. En otras palabras, desocultar lo oculto, lo marginado, lo olvidado por una cultura que se mueve exclusivamente en lo evidente. Una vez puesto en escena, saber por su condición mundana y su relación con la verdad y del estatuto que juega respecto a ella; es lo que ha preocupado a filósofos como Foucault, tal como se puede apreciar en sus diversos trabajos: la locura, la clínica, la prisión, entre otros. El esfuerzo se concentra en el estudio genealógico de lo que somos desde la antigüedad, la cristiandad y la modernidad, por medio de una actitud ética, reflejada en una estética de la existencia, a partir de lo que es una filosofía práctica, en función de la formación de un sujeto autónomo. En consecuencia, tenemos unas prácticas de sí, un estilo de vida moderno reflejado en una actividad marcada por el ejercicio del poder y de la libertad asumida como experiencia acorde con un comportamiento moral. Se entiende por moral, según Foucault: (16)

1. Por moral se entiende un conjunto de reglas, de acciones propuestas a los individuos y a los grupos, por medio de aparatos prescriptivos.

2. Por moral se entiende el comportamiento real de los individuos con relación a las reglas que se proponen. Es un principio de conducta a la cual se obedece o se resiste.

3. La sustancia ética es la manera por la cual se constituye de tal o cual forma la conducta moral. Implica un trabajo sobre sí mismo en lo que sería la elaboración de la conducta moral, reflejada en un modo de ser en la constitución como sujeto moral, a través de la cual se conoce, se controla y se transforma, a la vez que se perfecciona. Son los caminos de la subjetivación de sí mismo, que apuntan a las prácticas de sí. Este conjunto de apreciaciones en el mundo antiguo, se han de caracterizar por unas técnicas, concretamente por unas tecnologías de sí, que buscan acceder a la verdad, tal como hoy se pretende. (17) Técnicas de sí que buscan un control espiritual específico que ha de purificar la conducta humana, evitando así la dispersión en asuntos no propios de una existencia interesada en transformarse, que resiste a los embates externos, una vez que logra el dominio de sí mismo. Lo que apreciamos es un examen permanente de conciencia, acompañado por otras formas de vida: el Otro, que va a fortalecer mi existencia filosófica.

Las técnicas de sí se caracterizan por el cultivo del pensamiento, allí la memoria entra a desempeñar un papel primordial en la purificación y revisión espiritual de lo que hemos sido hasta el momento; es lo que Foucault atribuye inicialmente al pensamiento pitagórico. Técnicas de pensamiento asociadas con las más diversas actividades que llevamos en el transcurso del día o de cualquier otra jornada. Ellas manifiestan lo que uno es en relación con la verdad. Es decir, una verdad de sí, que nos describe por medio de un cuadro ligado a nuestras experiencias. En esta dirección vale la pena destacar, a partir de Foucault, cuatro tipos de técnicas. (18) Técnicas de producción: Caracterizadas porque podemos producir, transformar y manipular objetos. Se aplica al estudio de la ciencia y la lingüística.

1. Técnicas de sistemas de signos: Caracterizadas por la producción de signos, de sentidos, de símbolos y de significados. Se aplica al estudio de las ciencias y de la lingüística.

2. Técnicas de poder: Caracterizadas por determinar la conducta del individuo, su sometimiento y objetivación.

3. Técnicas de sí: Caracterizadas por un número de operaciones sobre el cuerpo, el pensamiento, la conducta, el modo de ser. Es la transformación de sí en atención a un estado de felicidad, de pureza, de sabiduría, de perfección y de intimidad.

Como es apenas obvio, estas técnicas de sí se encuentran íntimamente unidas al proceso de educación que transforma al sujeto en la adquisición de ciertas habilidades aptitudinales y de ciertas disposiciones espirituales como actitudes. El ejemplo que nos brinda Foucault es el siguiente: “La relación entre la manipulación de los objetos y el dominio aparece claramente en El Capital de Karl Marx en el que cada técnica de producción exige una modificación de la conducta individual, exige no sólo aptitudes sino también actitudes”. (19) Las dos primeras técnicas se aplican al mundo de lo social y productivo, las dos últimas brillan por su principio de gubernamentalidad, en función a la organización del saber y de sus efectos reflejados en los discursos sobre los individuos. Es la relación que se da entre el sujeto y los Otros, que han de transformar las conductas de los implicados. Esto se ve en dos aspectos: el primero, las instituciones como las escuelas, los asilos, las prisiones. El segundo, el trabajo libre y en particular el ejercicio que el individuo realiza sobre sí mismo. “Para los griegos, este precepto de “la preocupación por sí mismo” figuraba como uno de los grandes principios de las ciudades, una de las grandes reglas de conducta de la vida social y personal, uno de los fundamentos del arte de vivir”. (20) Prima ante todo el cuido de sí, cruzado por una profunda postura espiritual y ritual de lo que uno debe ser, en el que el Otro se convierte en nuestro espejo, nos confronta en la toma de una conciencia radical, parejo al reconocimiento de lo que el Otro vale en su diferencia, tal como lo expresa Lévinas en su filosofía de la alteridad.

El cuido de sí mismo implica necesariamente la mirada hospitalaria hacia el Otro y el posicionamiento en el espacio público. “La preocupación por sí mismo siempre remite a un estado político y erótico activo”. (21)La actividad política precisa de su cuido como arte práctico, no abstracto, ni como ciencia, es el mundo del poder y de la palabra en la toma de decisiones que van a afectar a la comunidad política. De ahí que este arte exija de un hombre activo, como lo ilustra Platón en Alcibíades, que conozca su alma, para lograr el mejor desempeño posible como ser justo en la polis, regulado por técnicas pedagógicas que han de cumplir un papel central en dicho conocimiento de sí mismo. En este sentido, la filosofía asumida como arte político nos invita al cultivo de ciertas características para lograr la obtención de lo que es la vida filosófica, siguiendo la pretensión platónica del asunto. En consecuencia, el cuido de sí es algo práctico, hay una serie de obligaciones, reglas, actividades, exámenes, algunos diarios, que nos invitan a poner en praxis el cuido espiritual; tema trascendental para los filósofos helenos. (22)

El Alcibíades de Platón, se constituye en herramienta de gran importancia para Foucault en el estudio del cuido de sí mismo, porque en él se despliegan tres formas básicas para su desarrollo. Estas tres formas son:

1. El cuido de sí mismo y la política. Implica la política como arte.

2. El cuido de sí mismo y la educación defectuosa. Tiene que ver con la manera de vivir a lo largo de la vida.

3. El cuido de sí mismo y la conciencia de sí.

El cuido de sí parte del principio del cual uno mismo es el médico de su existencia, a la vez que constituye una cultura de sí como práctica, en el que el diálogo va a darme a conocer ante el mundo de los Otros, en mi manera de ver y de ser, acompañado por el arte de la escucha en la adquisición de la verdad. Este arte de escuchar pasa por dos momentos: el primero, escuchar al maestro y el segundo, escuchar la razón de sí mismo, en una especie de diálogo íntimo, en lo que sería la formación ética del hombre, lo cual permite acceder a la realidad, evitando quedar encerrados en una especie de autismo. Según Foucault, en Séneca prima la mirada del estratega que se prepara para entrar en contacto con la realidad mundana por medio de la askêsis, entendida como, ejercicio, actitud y rememoración. “La meta final de la askêsis no es preparar al individuo para otra realidad sino permitirle acceder a la realidad de este mundo. En griego, la palabra que describe esta actitud es paraskeuazô ( prepararse). Askêsis es un conjunto de prácticas por las cuales el individuo puede adquirir, asimilar la verdad y transformarla en un principio de acción permanente. Alêtheia se vuelve êthos. Este es el proceso de intensificación de la subjetividad”. (23) En este caso la askêsis filosófica nos da la posibilidad de interactuar con el Otro, con la comunidad, con el mundo.

La escritura y la escucha van a fortalecer éticamente al hombre en la comunidad política, en el momento de resolver situaciones complejas entre semejantes y libres. Podemos agregar, siguiendo la reflexión de Foucault, la meletê, que significa meditación, un ejercicio imaginario sobre posibles situaciones que debemos afrontar. La gumnalia, que es una situación real, manifestada en prácticas concretas por medio de rituales de purificación y de abstinencia sexual. Estas reglas de comportamiento desembocan en enseñanzas morales ante los demás, sin olvidar el riesgo de adoctrinamiento que puede correr como modelo a imitar. A la vez que se constituye en examen permanente de sí y de los principios de gobierno, como lo podemos apreciar en los pitagóricos, según “Esto es una especie de examen de sí permanente, en el cual el individuo puede ser su propio censor”. (24) Por tanto, nos vemos abocados a un conjunto de técnicas, de reglas, que significan la transformación del sujeto, en la elaboración de una postura de pensamiento que involucra una nueva relación ante lo político y la verdad para nuestro presente.

Lo anterior precisa de una conciencia capaz de enfrentar las adversidades, de revisar y modificar lo que pone a prueba. En este sentido la filosofía, además de cultivar el amor al saber, es una terapia para el “alma” y para el cuerpo, a la cual pueden acudir hombres que procuran conjugar el saber con los asuntos de la vida. El êthos se convierte en un facilitador para los estilos de vida que asumen dichas posturas, que pretenden seguridad y tranquilidad en el orden espiritual. Por tanto, nos abocamos a una vida transformada en arte de la existencia, lo cual nos confronta políticamente con nuestra actualidad, en saber quiénes somos al ocuparnos de nosotros mismos y poder asumir con plena confianza el gobierno de lo público, tal como lo destaca Jenofonte con los Memorables, (25) al hablar de la vida de Sócrates, conjugada en un saber-hacer como arte de vivir.

Ocuparse de cuidarse, conocerse, dominarse y gobernarse a sí mismo, tiene su centro de preocupación: el alma. Foucault lo trabajó en Platón con Alcibíades, El Cratilo y El Fedón. (26) Es decir, solo si cuido mi propia alma, se da como consecuencia todo lo demás, incluso el Otro, modernamente el pensamiento. Kant diría el principio de autonomía. En Alcibíades, (27) encontramos el modelo paralelo a la ciudad, a la comunidad política, en la cual prima la justicia. El alma en dicha comunidad ha de cultivar el principio de justicia en el gobierno de sí, para reflejarse en comportamientos y en actitudes éticas. Esto es posible por medio del cultivo de unas técnicas de carácter espiritual, tal como lo ha destacado Foucault con los filósofos griegos; llamándolas tecnologías de sí. Así podemos garantizar un individuo capaz de conocerse y de gobernarse y de gobernar en la ciudad. En otras palabras, retomando la reflexión de Jenofonte, aquel que está en condiciones de administrar y gobernar la economía de su hogar, está en condiciones de gobernar la ciudad.

Hablamos de un sujeto libre cuando su pensamiento está ligado a un hacer, a una práctica. Es decir, a un saber-hacer-específico asumido como arte de la existencia, que Foucault llama khraômai; en nuestro caso el sujeto que exige una relación con el Otro, khrêsthai, en un cara a cara, en el cual el Otro se vuelve espejo de mí mismo, lo cual obliga a asumir una postura frente al mundo, acorde con la relación que establezco a partir de mi manera de posesionarme en dicho mundo. En fenomenología sería una toma de conciencia actitudinal filosófica, previa suspensión de la actitud natural. “Ocuparse de sí mismo como sujeto de la khrêsis (con toda la polisemia de la palabra: sujeto de acciones, de comportamientos, de relaciones, de actitudes), es de esto que se trata. El alma como sujeto y no el alma como substancia; es a esto que llega, me parece, este desarrollo de Alcibiades sobre: “¿qué es el sí mismo, que sentido hay que darle a sí mismo cuando se dice: hay que ocuparse de sí?”. (28) En este sentido, la actitud filosófica se vuelve arte para la existencia, por medio de unas técnicas saludables que nos permiten saber lo que hacemos y pensamos, es decir, en pretender una espiritualización; tal como lo hace la medicina hermanada con la filosofía en sus inicios; el médico debe conocer el arte de la medicina a fondo, debe diagnosticar e indicar acertadamente los medicamentos y curar las enfermedades, lo que exige un cuido de sí mismo. En el caso de la filosofía, conoce y cuida del espíritu, de la conciencia, del pensar. Por tanto, el hacer y el pensar se constituyen en piezas fundamentales para la actitud filosófica, en lo que sería la elaboración de una toma de postura ética del sujeto ante el mundo, el presente y ante sí mismo, en un estilo de vida único.

El cuido de sí, constituido como arte, va ligado a algo que el hombre moderno ha perseguido, Kant lo ha expresado, igualmente la fenomenología y el marxismo: la conciencia de sí mismo. Este cuido de sí reflejado en una manera de ser, se da en todos los órdenes de la cotidianidad, en el cuido del cuerpo, de la alimentación, del sexo, del pensar, entre otros. Es el hombre que sabe lo que sabe a partir de una toma de conciencia. Tomar conciencia de sí es reflexionar o concentrarse en sí mismo, tal es la actitud filosófica en nuestro presente. Es, pues, conocerse. Solo “yo” me puedo conocer como tal; para ello existen diversas técnicas que van a permitir llegar a dicho propósito. Una de ellas la menciona Foucault: la concentración del pensamiento, que facilita el fortalecimiento del alma, caracterizada por replegarse, resumida en esta frase: “conócete a ti mismo”.

La naturaleza del alma es el pensamiento y el saber; podemos decir el conocer, propio de la condición humana en su naturaleza. La “naturaleza humana” surge de la posición de vida asumida como un pensarse a sí mismo, invita a la toma de conciencia de orden ético y filosófico. En esta dirección, la actitud filosófica se transforma en un mirarse a sí mismo, ejemplificada en la mirada socrática ante el Otro, espejo de sí. (29) Lo anterior nos permite saber conocernos a partir de un diálogo íntimo consigo mismo, desplegarnos ante el Otro, en una comunidad de hombres libres con principio de justicia. Mirar la condición interna de lo que somos facilita dicho diálogo interno, para así posicionarnos en el mundo, tanto en los asuntos domésticos como en los públicos y políticos. Estos serían tres momentos que van a influir en la actitud filosófica.

1. La relación con la acción política. Es el gobierno de sí mismo y de los Otros.

2. La relación con la pedagogía. Es la formación de sí mismo y la figura del maestro.

3. La relación erótica de los jóvenes. Es lo erótico del saber.

Constituir un estilo de vida emanado de la actitud filosófica requiere una vida impregnada en la cultura, en la política, acorde con la actualidad en la que se encuentra circunscrita, de hombres y mujeres interesados por estas maneras de vivir, que intervienen en los asuntos de dicha actualidad. En resumen, seres que se han de ocupar de sí mismos y ocupan un lugar destacable en su entorno social. Es decir, tienen, “la capacidad cultural, económica y social”. (30) De por sí esto último se convierte en un obstáculo para los Otros que se encuentran en desventaja frente a estos modos de vida.

Es, pues, que el cuido de sí es mucho más que unas meras prácticas, están incluidas otras que pasan por la economía, lo público y lo político, incluyendo lo espiritual, lo cultural, entre otros, para una efectiva transformación de quien se encuentra interesado por estas formas de existencia. Foucault diría una transmutación del cuido de sí mismo, en una práctica autónoma, auto-finalizada y plural en sus manifestaciones. (31) Estos modos de vida individuales se caracterizan porque se vuelven un arte, como lo podemos apreciar en la filosofía helenística, sobresaliendo los estoicos, los epicúreos, los cínicos, entre tantos. Modernamente sobresalen Montaigne, Spinoza, Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Kierkegaard, por mencionar algunos de trascendencia filosófica. Por tanto: “Este arte de la vida, este arte de la existencia de la cual se sabe bien que, después de Platón y sobre todo en los movimientos post-platónicos, va a convertirse en la definición fundamental de la filosofía. La preocupación por sí mismo se vuelve co-extensiva a la vida”. (32) O sea, este modo de vida filosófico es un mundo activo, desplegado en múltiples formas, ya sea en el poder, en el saber, en la cultura, en la ciencia, en la amistad. En Sócrates esta vida filosófica nace en la adolescencia, en la que la figura del maestro hacia el joven es primordial en el paso a la vida adulta. Así, nos encontramos ante la figura del filósofo pedagogo que prepara a los jóvenes para la vida de ciudadano, en la que sea dueño de sí mismo, sin que requiera de la sombra del maestro en el momento de tomar decisiones, organizar su vida doméstica o de gobernar la ciudad. Lo anterior sólo es posible por medio de una auténtica actitud filosófica, cultivada desde una mirada pedagógica desde la niñez y afianzada en la adolescencia. La filosofía puede decir y hacer mucho para todo aquel interesado por estas técnicas de vida, que han de durar mientras conserva la existencia, tal como lo argumenta no sólo Platón, sino también Aristóteles. En consecuencia, filosofar es rejuvenecer y mantener activo el pensamiento, reflejado en la transformación y cuido de sí mismo.

Las artes de la existencia tienen una serie de implicaciones para quien las asume a partir de una actitud filosófica. Ellas están ligadas no sólo a un estilo de vida, propio de cada cual, sino que tienen una estrecha relación con la humanidad a través de una posición reflejada en lo político, pues el arte del vivir, a pesar de ser de unos pocos, tal como se asumió en el mundo antiguo, manifiesta una posición democrática de una vida fuerte, que se enfrenta a posiciones abusivas de la racionalidad, muchas de ellas de orden instrumental, que agobian la libertad. Es decir, en lo que sería una vida mecanizada, que algunos filósofos como Hegel han llamado extrañamiento, Marx alineación, Lukács cosificación, o la escuela de Frankfurt racionalidad instrumental. Lo primordial en esta propuesta de vida es la reivindicación de la autonomía y libertad creativa que ha de preservar el sujeto contemporáneo. Por otra parte, hay una estrecha relación con el mundo cultural que ayuda al crecimiento de dichas artes de la existencia, mediado por una ética reflexiva y crítica. Por lo tanto, el cuido de sí mismo está regulado por la actitud filosófica ligada al saber y a la verdad, en la consecución de la libertad, pues lo que se ataca es la ignorancia, en especial aquella que ignora su condición y es orgullosa de su estado, enraizado en los errores y los malos hábitos. Foucault va más allá: “La práctica de sí se impone sobre un fondo de errores, de malos hábitos, de deformación y de dependencia establecidas e incrustadas que se deben sacudir”. (33) Es un ejercicio auto correctivo para quien lo asume. “Corrección-liberación, mucho más que formación-saber: es en este eje que se va a desarrollar la práctica de sí, lo que es evidentemente fundamental”. (34) ¿Cómo reconozco la esclavitud que hay en mí y cómo logro liberarme de ella? Es el reto del trabajo de sí mismo, descubrirse permanentemente, volverse crítico de sí, rediseñarse como obra inacabada, en la que la educación o la pedagogía inscritas en este mirarse desempeñan un papel central en la constitución de sí mismo, en la elaboración de una actitud filosófica atenta a todos los males, alegrías, en fin, aquello que afecta nuestro pensamiento y manera de vivir. En este sentido, tanto la pedagogía con la actitud filosófica se transforman en las terapeutas del alma. Sócrates es el filósofo emblemático de este trabajo sobre sí mismo. Es un ejercicio en el que brilla el cuido del alma a semejanza de la medicina con el cuerpo, como lo apreciamos en los ejercicios espirituales y corporales en Epicuro y los estoicos. “Musonius dijo: se llama a la filosofía como se llama a la medicina en caso de enfermedad”. (35) Nos encontramos ante un cierto tipo de filosofía que cura las pasiones, las cuales nos vuelven esclavos de los vicios y corrupciones, que impiden que el alma se gobierne a sí misma. En síntesis, la actitud filosófica cura a aquel hombre incapaz de pensar, preso de fantasmas, inhabilitado para decisiones propias. Este tipo de situación, precisa además del cuido espiritual, el acompañamiento de tres momentos en la formación del ciudadano:

1. La formación del niño y del adolescente con la guía del filósofo maestro, que los prepara para los asuntos fundamentales de la ciudad. En esta etapa la pedagogía es prioritaria.

2. La vida adulta, la cual asume plenamente las artes de la existencia, fruto del conocimiento y del gobierno de sí mismo. Es el ciudadano que desarrolla sus capacidades y virtudes en el seno de una comunidad política. En esta etapa, la política cobra importancia entre hombres libres.

3. La vejez recoge el fruto de la vida. Es el mundo de la figura del filósofo platónico, el de la soberanía de sí, el de la seguridad y de la tranquilidad. En esta etapa, la sabiduría es amiga imprescindible de la vejez.

Lo anterior nos lleva a formular la posibilidad de la educación de sí mismo,* de una ética interesada por el cuido de sí, en lo que sería el principio de autonomía contemporánea. En palabras de Foucault.: “La preocupación por sí mismo siempre implica una escogencia en el modo de vida, es decir, un compartir entre los que han escogido este modo de vida y los otros”. (36) En otras palabras, la ética asumida desde el cuido de sí mismo es un acto estrictamente individual; lo cual no quiere decir que pueda ser asumida por colectivos humanos atraídos por estos asuntos de orden estético, tal como se abordó en la antigüedad. “La preocupación por sí mismo siempre ha tomado forma al interior de prácticas, en las instituciones, en los grupos, que estaban perfectamente distinguidos los unos de los otros, a menudo cerrados los unos en relación con los otros, y que implicaba, la mayoría de las veces, exclusión en cuanto a todos los otros. La preocupación por el sí, está ligada a las prácticas o a la organización de cofradías, de fraternidad, de escuela, de secta”. (37) Lo que quiere decir: vivir de esta manera, no es uso exclusivo de quienes posean grandes posturas, es una propuesta ligada al devenir de la vida en su proyección espiritual. De ahí que se extienda a diversas capas y clases sociales. “Y bien, en esta población, hay que decir que se [ve] la preocupación por sí mismo manifestarse, organizarse en los medios que no eran, de ninguna manera, los medios privilegiados. En un extremo, en las clases menos favorecidas, se encuentran las prácticas de sí que están ligadas muy fuertemente a la existencia, en general, grupos religiosos, grupos netamente institucionalizados, organizados alrededor de cultos definidos, con procedimientos, a menudo, ritualizados”. (38) Latinoamérica en sus múltiples expresiones culturales y religiosas, entre otras, se ha caracterizado por asumir en amplias capas de la población estos tipos de comportamientos grupales a los que se refiere Foucault, como proyectos de vida marcados y diferenciados entre sí. En este sentido, el fenómeno mágico-religioso está arraigado en las vidas de dichos pueblos. Son prácticas ligadas al hacer diario que dan razón al sentido de la vida, conjugadas por un alto espíritu de solidaridad y de amistad, que reafirma el principio de relación espiritual con el mundo. Es decir, este espíritu del cuido y cultivo de sí mismo, Foucault lo destaca en dos direcciones: uno de carácter popular, al cual llegan los interesados, y otro más íntimo, reducido, selecto, en el que brillan la amistad y la fidelidad, como se ejemplifica en la escuela de Epicuro.

EL FILÓSOFO MAESTRO Y EL OTRO

¿Qué papel desempeña la filosofía en la existencia humana? En la actitud filosófica como arte de vivir, asumida por medio de una postura pedagógica, se destaca el arte de conocerse y cuidarse a sí mismo a lo largo de la existencia, en la que la pedagogía transforma, forma, dialoga, crea, entre otros, antes que instruir. En otras palabras, el ejercicio pedagógico es asumido a través de una práctica que nos transforma y fortalece en relación a sí mismo y al Otro. Es una práctica que conserva la memoria y el saber, en el que el Otro se vuelve imprescindible para realizar mi horizonte de mundo en comunidad política. “El prójimo, el otro, es indispensable en la práctica de sí, para que la forma que define esta práctica alcance y se llene efectivamente de su objeto, es decir, el ser. Para que la práctica de sí alcance a ese sí al que apunta, el otro es indispensable”. (39) Es prioritario saber que la única manera de ser lo que soy en el cuido y gobierno de sí, es teniendo en cuenta al Otro como referente, tal como se señala en Alcibíades. (40) El Otro es el punto de referencia de lo que puedo hacer en el mundo. Para poder conocerme, cuidarme y gobernarme, debe existir y reconocer en su diferencia al Otro, para así poder proyectarme y desplegarme en el mundo, en la cultura, en el espacio público y en el medio político entre iguales y libres. Esta es la preocupación que atraviesa los diálogos socráticos en el semblante del filósofo maestro. En esta dirección Foucault distingue tres tipos de modelos de maestros en la formación del joven griego. (41):

1. La figura del maestro. Es el modelo de comportamiento a seguir, trasmite con su ejemplo de vida la tradición.

2. El maestro competente. Aquel que demuestra un saber-hacer.

3. El maestro socrático. Aquel que construye saber por medio del diálogo psicagógico.

Son los modelos emblemáticos que nos ayudan a salir de nuestro estado de ignorancia y facilitan descubrirnos. En su orden, se verían así:

1. El primero es la figura histórica-política.

2. El segundo representa el saber, el conocimiento, el ejercicio epistemológico.

3. El tercero es la figura moral que nos ayuda a ser mejores ciudadanos.

En este sentido, el Otro se vuelve vital para saber y salir de mi estado de error, de mi falsa verdad, de mi ignorancia, contra la cual Sócrates luchó. De no llevar a cabo este cara a cara nunca podré salir de mi condición de no saber; es más, de mi propio desconocimiento, pues el Otro en su encuentro me cuestiona y corrige mi falsa postura directa o indirectamente, muchas veces no tiene necesidad de decírmelo. Así con este encuentro, en este cara a cara, mediado por la figura del filósofo maestro, hace que me constituya como sujeto libre. “En adelante, el maestro es un operador en la reforma del individuo y en la formación del individuo como sujeto. Él es el mediador en la relación del individuo con su constitución de sujeto”. (42) La figura del Otro es el espejo que me permite saber cómo estoy y poder mejorar mi condición de existencia, lo cual implica pasar del estado de ignorancia a ser maestro de sí, en el que el Otro se convierte en referente de aprendizaje, en la corrección, reforma y transformación de sí mismo, sin que el Otro invada mi espacio interior, mi espiritualidad. Lo que se pretende es enriquecer la vida a partir del encuentro con el Otro, que nos lleve a devenires y cambios positivos, rompiendo con el egoísmo y el autismo que nos impiden ir y movilizarnos hacia el mundo. Es conectarnos con lo humano, fin de nuestras aspiraciones.

Aprender del Otro, educarse a través de él, no significa la tradicional formación del conocimiento escolar que persigue la verdad como ganancia o premio. “Entonces, no es educare, es educere: tender la mano, salir de allí, conducir fuera de allí. Usted ve, pues, que no es de ninguna manera un trabajo de instrucción o de educación en el sentido tradicional del término, de transmisión de un saber teórico o de un saber-hacer. Pero es bien, en efecto, una cierta acción que va a ser operada sobre el individuo, individuo al cual se le va a tender la mano y que se va a salir del estado, del estatus, del modo de vida, del modo de ser en el cual es […]. Es una especie de operación que trata sobre el modo de ser del mismo sujeto, no es simplemente la transmisión de un saber que podría venir a tomar el lugar de, o sustituirse en, la ignorancia”. (43) Es una educación que transforma el modo de ser y la vida; no es la educación del científico, sino una educación de la existencia vista como arte.

Es pues que, la relación con el Otro es cuestión de constitución de sí mismo, tal como se desarrolla en Alcibíades, (44) mediado por el aprendizaje, proceso en el cual interviene la figura del filósofo-maestro que orienta la formación de todo aquel interesado en escuchar y en entablar un diálogo edificante. En últimas, la mirada, la relación y la hospitalidad hacia el Otro, lleva a un buen gobierno entre hombres libres. (45) En esta etapa la filosofía se torna pública. Ella, tal como la define Foucault, es el conjunto de principios y prácticas que uno goza, busca suplir aquello que nos hace falta al interior de sí mismo. Esta manera de ver la filosofía se dirige no sólo a maneras de vivir particulares, sino al grueso de los hombres, pues aspira en sus posturas ser universal, en la que el aprendizaje que se da al sujeto en cuestión, aspira ser miembro de la comunidad política.

La relación con el Otro precisa una manera de decir y de comunión con la verdad, en la forma en que nos abrimos desde lo que Foucault llamó una ética de la palabra, para así afirmar lazos de amistad, de hospitalidad y de credibilidad ante los demás, lo cual requiere de sinceridad mutua. Así nos encontramos ante una postura de la existencia filosófica (actitud filosófica) abierta al mundo, confrontada, mundana, que busca y gana audiencia al ser escuchada por medio de sus enseñanzas citadinas. (46) Esta postura se caracteriza en su acción por dos cosas: primero, descubre el error, la falta. Segundo, transforma la actitud y la vida del Otro positivamente. (47) Es lo que se ha dado en llamar el momento filosófico. El filósofo-maestro cuando entabla relación con el Otro, lo hace a partir de su posición de educador, el cual aborda los asuntos que conciernen a la existencia de conformidad con su naturaleza; emanando principios de rectitud, de justicia, en las artes de la existencia. El filósofo pedagogo se caracteriza porque su enseñanza y práctica de sí se refleja en la vida social de los educandos, al ocupar un papel destacado en el mundo político. “Ella ha comenzado a desarrollarse entre los individuos que no eran propiamente dicho personas de oficio. Hubo toda una tendencia a practicar, difundir, desarrollar la práctica de sí por fuera, incluso de la institución filosófica, y hacer de eso un cierto modo de relación entre los individuos, como una especie de principio de control del individuo por los otros, de formación, de desarrollo de establecimiento para el individuo de una relación con él mismo que va a encontrar su punto de apoyo, su elemento de mediación en otro, otro que no es forzosamente un filósofo de profesión, incluso si, claro está, haber pasado por la filosofía y tener nociones filosóficas es indispensable”. (48)

En consecuencia, el filósofo que habla y forma al Otro, es aquel que profesa un saber, que escribe tratados de orientación es un hombre preocupado por el cuido de sí. En este sentido, el filósofo-maestro se vuelve preceptor, consejero, terapeuta, director de la conciencia; modifica el alma de su interlocutor, tal como lo vemos en Sócrates y en Clemente de Alejandría. (49) El riesgo de este tipo de postura asumida como profesión, es caer preso de la retórica y no de las reflexiones centrales que la filosofía nos fuerza a asumir. A la vez, este filósofo-maestro nos ayuda a descubrirnos, a confrontamos con el Otro en un cara a cara en el que el rostro se convierte en pieza esencial del reconocimiento, para así asumirlo responsablemente, por medio de una apertura del pensamiento, al escuchar, al estar atento de lo que el Otro dice y pueda servir al crecimiento ético del sujeto en dicha relación.

* El presente artículo hace parte del trabajo de investigación sobre Las artes de la existencia: un asunto de orden pedagógico y político. inscrito en el grupo de investigación Humanidades y Universidad. Clasificado ante Colciencias Colombia.
** Ph D en filosofía. Profesor del Departamento de de Humanidades y Artes de la Universidad Santiago de Cali. Colombia. Director del grupo de investigación Humanidades y Universidad. Integrante de la red latinoamericana de Biopolítica y miembro de la fundación para la filosofía en Colombia.


Referencia

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(2) Goethe, Johann W. Fausto. Bedout. Medellín, Colombia. 1982.
(3) Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Siglo XXI. Bogotá, Colombia. 1991.

(4) Foucault, Michel. Qu’est-ce que les Lumières? Dits et Écrits. T. IV. Gallimard. Paris, France. 1994.

(5) Foucault, Michel. La technologie politique des individus. Dits et Écrits. T. IV. Gallimard. Paris, France. 1994.

(6) Kierkegaard, Sören. Estética y ética en la formación de la personalidad. Nova. Buenos Aires, Argentina. 1959.

(7) Foucault, Michel. Lacan, le <> de la psychanalyse Dits et Écrits. T. IV. Gallimard. Paris, France. 1994. P. 205.

(8) Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Siglo XXI. México. 1984.

(9) Foucault, Michel. L’herméneutique du sujet. T. IV. Gallimard. Paris, France. 2001. P. 35.

(10) Marrou, Henri-Irénée. Historia de la educación en la antigüedad. F. C.E. México. 2000.

(11) Kant, Emmanuel. La metafísica de las costumbres. Tecnos. Madrid, España. 1989. Pp. 353-354.

(12) Epicuro. Sobre La felicidad. Norma. Santafé de Bogotá. Colombia. 1995.

(13) Foucault, Michel. À propos de la généalogie de l’éthique: un aperçu du travail en cours. Dits et Écrits. T. IV. Gallimard. Paris, France. 1994. P. 626.

(14) Toulmin, Stephen. Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad. Península. Barcelona, España. 2001.

(15) Foucault, Michel. Usage des plaisirs et techniques de soi. Dits et Écrits. T. IV. Gallimard. Paris, France. 1994. P. 540.

(16) Ibid. Pp. 555- 557.

(17) Op. Cit L’Herméneutique du sujet p.46.

(18) Foucault, Michel. Les techniques de soi. Dits et Ecrits. T. IV. Gallimard. Paris, France. 1994. P. 785

(19) Ibid. P.785.

(20) Ibid. P. 786

(21) Ibid. P. 791

(22) Ibid. P. 793

(23) Ibid. P. 800

(24) Ibid. P. 803

(25) Jenofonte con los Memorables. En Clásicos. Volumen. XXIII. W. M. Jackson. Editores. México. 1963.

(26) Platón. Alcibíades, El Cratilo y El Fedón. Obras completas. Universidad Cetral de Venezuela. Caracas, Venezuela. 1980.

(27) Op. Cit. Alcibíades. 1980.

(28) Op. Cit. L’herméneutique du sujet. Pp.56-57

(29) Ibíd. P. 69.

(30) Ibíd. P. 73

(31) Ibíd. P.83

(32) Ibíd. P.84

(33) Ibíd. P. 91

(34) Ibíd. P. 91

(35) Ibíd. P. 94.

(36) Ibíd. Pp. 109-110

(37) Ibíd. P.110

(38) Ibíd. P. 110

(39) Ibíd. P. 123.

(40) Op. Cit. Alcibíades. 1980.

(41) Ibíd. Pp. 123-124.

(42) Ibíd. P. 125.

(43) Ibíd. Pp. 129-130.

(44) Op. Cit. Alcibíades. 1980.

(45) Ibíd. p. 131.

(46) Ibíd. P. 134

(47) Ibíd. P. 135.

(48) Ibíd. P. 149.

(49) Alejandría, Clemente El Pedagogo. Gredos. Madrid, España. 1998.


BIBLIOGRAFÍA
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viernes, 11 de febrero de 2011

COMPLEJIDAD, CIENCIA Y AMÉRICA LATINA

Entrevista a Carlos Maldonado Castañeda
por Manuel A. Paz y Miño, Director de la REVISTA-E LATINOAMERICANA DE FILOSOFIA APLICADA


Carlos Eduardo Maldonado Castañeda tiene el grado de Ph.D. en Filosofía por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, y es profesor titular en la Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia. Entre sus diversos libros están: Complejidad: ciencia, pensamiento y aplicación (2007), Complejidad de las ciencias y ciencias de la complejidad (2005) y Biopolítica de la guerra (2003).

Dr. Carlos Maldonado (foto tomada de http://www.carlosmaldonado.org/)

-Manuel A. Paz y Miño: ¿Qué es la complejidad?

Carlos Maldonado: El estudio de sistemas, fenómenos y comportamientos complejos constituye, sin dudas, unos de los logros más significativos de los avances recientes del conocimiento. Son varios los méritos de este progreso. Por ejemplo, se trata de uno de los más serios esfuerzos en la historia de Occidente por superar el dualismo, que es la forma clásica de pensamiento en nuestra historia. Asimismo, se trata del más radical esfuerzo por pensar en términos interdisciplinarios, en donde asistimos a un diálogo abierto, sincero, denodado entre ciencias, disciplinas, prácticas, lenguajes, modelos, metodologías y tradiciones diferentes. Adicionalmente, se trata de un estilo de pensar y de vivir, por así decirlo, más acorde a la naturaleza, y con una distancia fuerte con respecto a los modelos antropológicos, antropomórficos o antropocéntricos que fueron los que prevalecieron tradicionalmente.

El trabajo en complejidad corresponde, adicionalmente a los desarrollos más interesantes y conspicuos en ciencia, tecnología y arte, de suerte que lo mejor del conocimiento ha venido a integrarse en el trabajo de comprensión, explicación y aprovechamiento de los sistemas complejos.

La complejidad no es una cosmovisión; tampoco es un simple adjetivo o adverbio. Es un problema. Es el título en el que se condensan los más importantes, apasionantes, inquietantes y fundamentales problemas de la humanidad. Sólo que se condensan de manera cruzada, transversal, no-lineal; en ocasiones en bucles de retroalimentación positiva, y en otros momentos en bucles de retroalimentación negativa.

Con seguridad, las mejores mentes de la humanidad se encuentran trabajando en este campo de trabajo e investigación que, sin embargo, permanece aún como marginal o aislado en el gran escenario de la educación, los asuntos públicos y los privados, por ejemplo.

La complejidad estriba en rasgos que tradicionalmente permanecieron desconocidos o dejados de lado por la historia, la cultura, la ciencia y la filosofía occidentales. Rasgos como sorpresas, cambios súbitos, irreversibles y no controlados, emergencias, no-determinismo, complejidad creciente, irreductibilidad, la importancia de la flecha del tiempo, comportamientos colectivos, procesamientos en paralelo, ausencia de control rígido y centralizado, redes libres de escala, leyes de potencia, el surgimiento de nuevas tecnologías (TICs) y de tecnologías convergentes (NBICs), equilibrios dinámicos, atractores extraños, fractalidad, y otros semejantes.

Como se aprecia de fenómenos, comportamientos y sistemas para los que incluso hemos acuñado nuevos conceptos y nuevas metáforas y que eran perfectamente desconocidos en la historia. Esa es la complejidad y de eso de encargan los complejólogos: de estudiar, comprender, aprovechar estos fenómenos.

He sugerido la idea de que las ciencias de la complejidad son las ciencias de la sociedad del conocimiento y, en términos económicos, del cuarto sector de la economía: la economía del conocimiento o economía basada en el conocimiento.

-¿Qué es el pensamiento complejo?

En sentido originario, el pensamiento complejo se refiere a la obra de Edgar Morin, y es un lugar ya suficientemente reconocido que el pensamiento complejo apunta, como a su núcleo, a la obra principal de Morin que es el Método, una obra extensa en seis volúmenes que contiene lo mejor del pensamiento de este autor francés.

En un sentido derivado, y con el que, por lo demás estaría de acuerdo el propio Morin, se trata de un tipo de racionalidad novedosa, diferente en la historia de la humanidad.

En efecto, hemos llegado a reconocer, por distintos caminos, que es efectivamente posible y tiene todo el sentido, hablar de avance o progreso en la humanidad –en este caso, por ejemplo, en el pensamiento o en la racionalidad-, en términos no ya simplemente acumulativos y lineales, sino, mejor aún , por vía de rupturas y discontinuidades. Pues bien, la complejidad constituye un nuevo tipo de pensamiento y/o de racionalidad en la historia.

Ha habido, de hecho, diferentes formas de racionalidad en la historia: el mito y la religión, la racionalidad de los griegos y la del medioevo; la racionalidad de los modernos y la del mundo contemporáneo, notablemente. Cada tipo de racionalidad se corresponde con un conjunto de posibilidades y de estructuras y dinámicas de amplio espectro. Asimismo, de otro lado, hay y ha habido tipos de racionalidad que han muerto. O que han sido remplazadas, geológicamente, a la manera de la tectónica de placas en las que unas capas se van superponiendo a otras y sirviendo para el desarrollo de nuevas formas de vida.

De este modo, el descubrimiento de la complejidad representa una nueva y mejor oportunidad para la vida misma, para la comprensión del ser humano por parte de sí mismo, tanto como para la comprensión de la naturaleza, del mundo y del universo.

Ahora bien, es importante mencionar explícitamente que en complejidad, en sentido estricto, el pensamiento o la racionalidad no suceden ya en un sistema o modo centralizado: el cerebro. Sino, mejor aún, es un pensamiento orgánico, que pasa ciertamente por el cerebro, pero no comienza ni termina en él. En otras palabras, el pensamiento complejo es bastante más que una mera comprensión encefalográfica de la racionalidad.

El pensamiento ya no obedece a un sistema que lo representa en términos centralizados, verticales y rígidos. Por el contrario, compromete a la totalidad de la existencia y abarca la naturaleza, a los otros, y al conjunto del universo. Con seguridad, en la historia de Occidente no habíamos asistido a un tipo de pensamiento semejante. El pensamiento complejo se expresa en las ciencias de la complejidad, pero asimismo en el arte y la estética, la cultura y la naturaleza en función de problemas de frontera y de sistemas caracterizados por no-linealidad, emergencia, autoorganización, redes libres de escala, percolación, adaptación y no-determinismo.

-¿Cuál es su concepción de ciencia y pseudociencia?

La ciencia contemporánea tiene cada vez menos que ver con la ciencia clásica, la ciencia de la modernidad. Estamos asistiendo al nacimiento no solamente de una nueva forma de ciencia, sino, además, de nuevas ciencias de frontera, posibles a partir de problemas de frontera. Quizás las más destacadas son las ciencias cognitivas, las ciencias de la vida, las ciencias de la salud, las ciencias de la tierra, las ciencias del espacio, las ciencias de materiales, en fin, las ciencias de la complejidad. Ya hoy no se habla, como sí fue el caso hasta hace poco tiempo de ciencia y tecnología (en singular), sino de ciencias, grupos de disciplinas que se caracterizan por que no tienen ya objeto de estudio ni tampoco un campo de estudio, como la ciencia clásica.

Los científicos contemporáneos lo son no porque se inscriban ya al interior de una tradición, tengan un objeto propio, un lenguaje y se reúnan en círculos disciplinares. Los científicos contemporáneos lo son porque tienen problemas – problemas de investigación y de trabajo, y que estos son además cruzados, transversales, de frontera.

La pequeña ciencia (little science) es la ciencia en la que la inmensa mayoría de nosotros nos formamos. Es decir, ciencia y tecnología que interesaba a cada una de las disciplinas y que se definía, en lenguaje medieval, por género próximo y diferencia específica. Ha surgido otro tipo de ciencia, la gran ciencia (big science), que es aquella que interesa e interpela tanto a los científicos como a los tecnólogos o ingenieros, a militares y tomadores de decisiones públicas, a empresarios y a la sociedad sociedad civil, por ejemplo.

Nunca habíamos sabido tanto sobre el universo y sobre nosotros mismos como ahora. Es suficientemente sabido que jamás había habido tantos científicos y tecnólogos como en nuestra época. Lo que más apasiona de nuestra época es justamente eso: contra todas las apariencias –muchas veces alimentadas por los grandes medios masivos de comunicación, particularmente en nuestros países-, asistimos a una espléndida vitalidad y salud de la ciencia y el conocimiento. Que es la vida misma. Y sin embargo, necesitamos más y mejor conocimiento, más y mejor investigación. Soy optimista con respecto a nuestros horizontes debido precisamente a la vitalidad de las ciencias, disciplinas y tecnologías actuales.

El problema, sí, sigue siendo el de la pseudo-ciencia, como ha sido por lo demás el caso en toda la historia de la humanidad. Es asombroso que en pleno auge del conocimiento en nuestra época, la mayoría de la gente todavía se interrogue en los encuentros con los demás si son Géminis o Aries, por ejemplo. La numerología y los saberes circulantes constituyen rezagos de la historia. A la gente la manipulan ampliamente gracias a la ignorancia matemática de las personas. En fin, hay demasiada magia, mitos, religión y supersticiones –y debo advertir que es necesario trazar distinciones a su vez entre ellos-, que impiden el avance de la sana razón, en fin, el mejoramiento, la calidad y la dignidad de la vida.

Edgar Morin advierte en uno de sus textos la razón por la cual es extremadamente difícil distinguir la ciencia de la pseudo-ciencia. Se trata del hecho de que la apariencia nunca se presenta como lo que es (= apariencia), sino como lo otro de sí (= realidad, verdad, etc.). Quien me va a timar o a engañar, por ejemplo, nunca se aparece como alguien falso, mendaz o perverso, sino como alguien confiable y simpático. Pues bien, por extensión, lo mismo sucede en todos los dominios en donde debemos distinguir lo que es (= to on, en griego) y to pseudos (= la apariencia, en griego).

El trabajo de distinción entre la ciencia y la pseudociencia coincide con la historia y los avatares mismos de la educación, la cultura, las políticas de ciencia y tecnología, entre otros, y constituye el más difícil de todos los problemas relativos al progreso, la exaltación, la gratificación, el posibilitamiento y la dignificación de la vida en general.

En cualquier caso, debe ser claro que necesitamos ciencia, más y mejor ciencia, y que no coincide ya con los criterios y principios de la ciencia clásica. Dicho en términos amplios: necesitamos más y mejor ciencia, más y mejor tecnología. Nunca menos y más controlada. Siempre el conocimiento ha sido la mejor herramienta para superar retos, riesgos y peligros por parte de los individuos, las sociedades y los pueblos. Lo que ha significado amenazas, pérdida de oportunidades, exclusión y muerte ha sido la ausencia de conocimiento o la reducción y circunscripción suya. Para el caso, el predominio y el auge de la pseudo-ciencia.

-¿Cuáles son las ciencias o teorías de la complejidad según su clasificación y la de otros autores?

La propuesta que he venido desarrollando es la de que las ciencias de la complejidad se articulan principalmente en siete, así: la termodinámica del no-equilibrio, el caos, los fractales, las catástrofes, la vida artificial, la ciencia de redes y las lógicas no-clásicas. Debo decir que no existe en otros autores algo así como una clasificación o ensayo de sistematización semejante, si bien hay algunas de estas ciencias que tienen un estatuto propio, claramente definido. Tal es el caso, notablemente, de la termodinámica del no-equilibrio, el caos (que inicialmente fue hipótesis, luego teoría y pasó a ciencia) y la ciencia de redes complejas.

Es importante observar que estas ciencias se componen o se articulan en una variedad de otras teorías, modelos explicativos, lenguajes, herramientas y problemas diversos, de suerte que asistimos a una magnífica profusión de herramientas teóricas, conceptuales, matemáticas, físicas, biológicas y otras, todas las cuales se refuerzan positivamente para integrar ese panorama altamente sugestivo y productivo que son las ciencias de la complejidad.

Cabe advertir, sin embargo, que quienes son o somos complejólogos trabajamos o atravesamos por varias (o todas) de estas ciencias. Pero lo contrario no sucede necesariamente. Es decir, por ejemplo, no por ser caotólogo se es complejólogo; o no por trabajar en fractales se trabaja necesariamente en complejidad.

Las ciencias de la complejidad son ciencias de la vida, aunque lo contrario no Ueda afirmarse con igual verdad. Esto es, las ciencias de la vida no son ciencias de la complejidad, y ello resulta claro particularmente cuando se observa el panorama habitual de lo que se denominan las ciencias de la vida – muchas de las cuales son claramente reduccionistas y deterministas, siendo el paradigma de ello al bilogía molecular.

Las ciencias de la complejidad son una forma de actuar sobre el mundo. Los científicos, en el sentido al mismo tiempo más amplio e incluyente de la palabra, somos gente de acción. En efecto, la ciencia es una herramienta mediante la cual actuamos en el mundo. En otras palabras, la ciencia en general no es ya simple contemplación o mera comprensión de las cosas o los fenómenos.

Ahora bien, la complejidad no es un objeto o un campo. De hecho, no es necesariamente bueno ni deseable que las cosas sean complejas o que las cosas se vuelvan complejas. Este es un rasgo importante de distinción entre el pensamiento complejo y las ciencias de la complejidad. Lo que quiero decir es que las ciencias de la complejidad no son ciencia de todo, y tampoco es cierto que todas las cosas sean complejas. Ni siquiera es verdad que la complejidad dependa del punto de vista del observador. Como sabemos suficientemente gracias a la filosofía de la ciencia: una teoría que lo explica todo no explica nada. Ese es el caso de la pseudo-ciencia, la astrología, la numerología, por ejemplo.

En este sentido, las ciencias de la complejidad no son ciencia de todas las cosas, sino sólo de aquellos fenómenos o sistemas que en un momento determinado, por determinadas razones se comportan de manera compleja; es decir, de forma imprevisible, no-controlable, sorprendente, con emergencias, adaptativos, etc. Vale aquí recordar a Heráclito: “Quien no espera no hallara lo inesperado”, y lo inesperado está, muchas veces, cargado de cosas buenas, promisorias, favorables a la vida.

-¿Por qué no incluir en las lógicas no clásicas a la lógica dialéctica?

Una de las conquistas o descubrimientos más maravillosos que han tenido y están teniendo lugar son las lógicas no-clásicas. Es una lástima que en nuestros países, en general, haya un descuido (¿quizás agendado por las élites gobernantes tradicionalmente?) acerca del pensamiento abstracto. Y con ello, a tres ámbitos por tanto: la filosofía, la lógica y las matemáticas. Pero no es el momento o el lugar para entrar en ese abandono del pensamiento abstracto.

Las lógicas no-clásicas nacen particularmente a partir de los años 1950s y a la fecha continúan naciendo y desarrollándose. Se trata, notablemente, de la(s) lógica(s) paraconsistente(s), la lógica de la relevancia, la lógica epistémica, la lógica intuicionista, la lógica no-monotónica, la lógica modal, la lógica dinámica, la lógica del tiempo (o lógica temporal), la lógicas polivalentes, la lógica difusa, la lógica dinámica, la lógica cuántica, la lógica libre, la lógica de fábrica (o fabricación).

Lo cierto es que las lógicas no-clásicas nos enseñan, de entrada, varias cosas verdaderamente sorprendentes, sobre todo cuando se las mira desde la tradición. La primera, con seguridad, es el hecho de que no hay una única verdad (there is no one true logic), sino, (la) verdad es el objeto de diversos modos de pensar, de vivir, de decir las cosas. Esto tiene que ver con el hecho mismo de las lógicas no clásicas, a saber: se trata de la noción de pluralismo lógico. Esto es, no hay una única forma de pensar, de vivir y de decir las cosas que era por lo menos el supuesto del mundo tradicionalmente a partir de la lógica formal clásica. Esta idea es verdaderamente revolucionaria: no existe una canónica del pensamiento ni de la vida. En efecto, la noción de complejidad es, sin más ni más, la de una pluralidad o diversidad irreductibles.

Ahora bien, ¿por qué no incluir a la lógica dialéctica en las lógicas no-clásicas? La lógica dialéctica no es, strictu sensu, lógica, sino filosofía, o si se quiere ciencia y que se inscribe en la tradición marxista, por lo menos a la luz de los trabajos de Engels (que es quien acuña el concepto) y de Lenin (en sus Cuadernos de Filosofía).

Yo creo que, en el mejor de los casos, hay algunos elementos del espíritu de la lógica dialéctica que pueden encontrarse en algunas de las lógicas no-clásicas, notablemente, en la lógica del tiempo y en la lógica dinámica. Pero en sentido estricto, la lógica dialéctica nunca existió como lógica (salvo una serie limitada de textos, que todos conocemos, incluyendo a uno muy popular de H. Lefebvre), a pesar de la expresión misma: “lógica” dialéctica.

Lo importante es reconocer que las lógicas no-clásicas representan un racimo (cluster) que señalan en una dirección bien precisa: estamos asistiendo a la transición hacia una nueva racionalidad. Me refiero a una racionalidad menos centrada en el antropologismo, y más abierta a otras formas acaso más cercanas a la naturaleza, al cosmos.

Las lógicas no-clásicas ponen de manifiesto el hecho de que existen diversos sistemas deductivos, que el tiempo altera la verdad o falsedad de una proposición, trabajan con independencia acerca de la asunción de existencias, saben de dinámicas y cambios y no ya de afirmaciones atemporales estáticas, saben que existen grados y modos de verdad tanto como de falsedad y que las cosas importantes en la vida suceden en esos grados y modos, en fin, que el universo como la vida son sistemas esencialmente abiertos, no cerrados o aislados, y que son sistemas adaptativos.

-Si toda ciencia de la complejidad es interdisciplinaria pero no toda interdisciplinaridad es complejidad, ¿cuál sería la diferencia entre estas dos?

Las ciencias de la complejidad son ciencia de fronteras fundadas a partir de problemas de frontera. Un problema se dice que es de frontera cuando las herramientas, por así decirlo, de una única ciencia o disciplina son insuficientes: a) para comprender un problema, y b) para resolverlo. Entonces se produce el encuentro abierto, sincero, desinteresado, sin hegemonismos entre ciencias, disciplinas, lenguajes, metodologías y herramientas diversas. Al fin y al cabo, los científicos son o somos científicos (incluyendo, naturalmente a los filósofos y a los ingenieros) no porque tengan un objeto, una tradición, un método, y determinadas formas de organización, por ejemplo, sino porque tienen problemas. Los problemas constituyen a la ciencia contemporánea, y los científicos investigan problemas. Sin problemas que investigar, sencillamente no se es científico.

Digamos de pasada que los problemas son de dos tipos: Problemas de tipo I y de tipo II. Un problema es de tipo cuando sabemos cómo y por qué es un problema. Y un problema es de tipo II cuando no sabemos exactamente por qué razón un problema es tal, y sin embargo sabemos”, presentimos, vivimos que es un problema efectivamente.

Pues bien, la complejidad implica, de plano a plano, interdisciplinariedad. Pero aquí la interdisciplinariedad surge de entrada como la forma de trabajo de comunidades académicas y científicas diferentes apasionadas con problemas que interpelan a tradiciones, teorías, lenguajes y métodos diferentes.

Digamos que esta situación se inscribe en el marco más amplio que Solla Price introdujo a comienzos de los años 1960s y que tan sólo hoy se reconoce ampliamente en dominios como la filosofía de la ciencia, la sociología de la ciencia, la historia de la ciencia y los estudios políticos y sociales sobre ciencia y tecnología: existe la gran ciencia (big science) y la pequeña ciencia (little science).

La pequeña ciencia es la ciencia clásica; es decir, aquella que interesa a cada comunidad de científicos, académicos e investigadores. Así por ejemplo, la química interesa a los químicos, la física a los físicos, la ingeniería a los ingenieros y la lingüística a los lingüistas. En esa tradición, la preocupación grande consistía en mostrarle a la sociedad civil, al sector público o al sector privado la importancia o el significado o los alcances de una ciencia o disciplina; de un invento, idea o descubrimiento.

En contraste, la gran ciencia es la ciencia que interesa –incluso con grados diferentes- a sectores tan diversos como los científicos, los ingenieros, los militares, los tomadores de decisiones públicas, al sector privado, a financistas y a la sociedad civil. Es el tipo de ciencia que se funda en auténticos programas de investigación antes que simplemente en objetos, campos o proyectos de investigación. Algunos ejemplos conspicuos de la gran ciencia son: la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI), la búsqueda de energías alternativas, la exploración del espacio extraterrestre, la investigación de las profundidades submarinas. Con seguridad, a este tipo de ciencias pertenecen las ciencias de la complejidad.

Un investigador importante (H. Pagels, físico) sostenía en los comienzos de las ciencias de la complejidad que quienes quieran o puedan dominar el futuro deberán, son seguridad, trabajar con seriedad en las ciencias de la complejidad. Esta es una de las razones, no la principal, que me anima, personalmente, a trabajar, desde nuestros países, en el estudio de los sistemas, fenómenos y comportamientos caracterizados por no-linealidad, complejidad creciente, irreductibilidad y demás.

Pues bien, la interdisciplinariedad, de suyo, no necesariamente implica o conduce a la complejidad. Hay numerosos ejemplos en la historia de la humanidad. Pero quizás los dos más recientes son: el enciclopedismo de Diderot y de d´Alembert, que desempeñó un papel protagónico en la revolución de 1789, y el pensamiento o los enfoques sistémicos de los años 1960s y 1970s. Esto se aprecia mejor alrededor de discusiones, afortunadamente hoy superadas, acerca de las distinciones, características y relaciones entre interdisciplinariedad, transdisciplinariedad y multidisciplinariedad.

Lo quiero decir, al fin de cuentas, es que los problemas que afronta el mundo actualmente son de tal envergadura que no pueden ser resueltos con la ayuda de una única ciencia o disciplina. Hoy es más cierto que nunca: ante el cuello de botella en el que nos encontramos, o nos salvamos todos o no se salva nadie. Si se llenan de contenidos geográficos, políticos, antropológicos, lógicos y otros, estas ideas, se vuelven particularmente sugestivas.

-Según su punto de vista, ¿la medicina occidental es científica? ¿Por qué?


La historia de la medicina occidental es conocida. Filosóficamente se articula en dos momentos desiguales en tiempo e importancia. De un lado, basado en los principios hipocráticos, la medicina debía curar. De otra parte, en la segunda mitad del siglo XX, la medicina debe –ante todo- prevenir, y luego también, desde luego, curar.

De otra parte, la historia de la práctica de la medicina ha sido bien estudiada. Esta comprende cuatro momentos principales, así: a) la clínica francesa; b) la medicina de laboratorio; c) el enfoque bio-psico-social (que es pensamiento sistémico de los años 1960s), y d) la biomedicina.

De esta forma la medicina occidental es, ha sido, científica. Ha logrado avances maravillosos, desde Vesalius y Loewenhoeck, hasta Fleming, desde Pasteur, hasta la genómica y, previsiblemente, la proteómica. Como sostiene con razón J. De Rosnay, hemos ganado una vida extra, en el sentido literal, digo, de que por primera vez en la humanidad conviven bajo un mismo techo cuatro generaciones. No solamente hemos ganado en esperanzas de vida, sino también en expectativas de vida.

Ahora bien, desde luego que la medicina no ha estado sola en estas conquistas. Y también es cierto que la medicina no ha sido tampoco, de otra parte, ajena a la medicalización del cuerpo humano, y que ha jugado en algunos momentos y lugares un lugar poco decoroso, como lo han puesto de manifiesto lecturas distintas que van desde Foucault hasta I. Illitch, o hasta la antisiquiatría.

Me gusta inscribir en este contexto una idea de C. Levy-Strauss en un texto que se llama El pensamiento salvaje (La pensée sauvage): no existe absolutamente ningún criterio interno, intrínseco que permita distinguir al médico del tegua o el chamán. Las diferencias son esencialmente operativas en el sentido de que lo verdaderamente significativo es el resultado que arroja uno u otro.

Dicho en un lenguaje más amplio, se trata del hecho de que la medicina occidental es científica y su última y más reciente expresión es la biomedicina. El modelo de ciencia que asume implícita o abiertamente la práctica y la investigación en medicina es la ciencia tradicional y clásica: la de Platón-Aristóteles, en un caso, y luego el modelo cartesiano-newtoniano. En este sentido, la medicina ha sido tradicionalmente un ejercicio de poder. ¡Piénsese en el carácter vertical y jerárquico que tiene la medicina! Usando el lenguaje de cartas: Profesor mata estudiante; médico residente 4 mata residente 2, y residente 1 mata estudiante de pregrado. Esta estructura jerárquica y centralizada de poder es literal, y el desacato a la misma implicar para un estudiante o médico en formación su muerte profesional.

Ello se traduce en el hecho clásico, y que tiene a desaparecer, según el cual el médico impone su saber sobre el paciente, y el paciente (recientemente se prefiere la expresión cliente” que, se afirma, implica incluso mayores derechos que los del mero paciente) sólo pone su cuerpo.

Un protocolo no se discute, se cumple. Cuando los pacientes asisten a un tratamiento y antes del mismo –en examen de laboratorio clínico o en análisis con especialista, en hospitalización o en cirugía, por ejemplo- se les hace firmar lo que supuestamente es el consentimiento informado, es, en realidad, lo que en derecho se llama un “contrato por adhesión”. Es decir, se cumple o se cumple. O no se tiene el derecho al examen, y demás, según el caso.

Presuntamente la bioética ha llegado para asistir al paciente y horizontalizar más las relaciones entre médico y paciente, o entre institución prestadora de salud y sociedad. Pero no deja de ser elocuente la sospecha que la industria farmacéutica tiene hacia la bioética. Yo me he ocupado en otros lugares de estos temas.

Lo que quiero mencionar es que la medicina asiste a un fenómeno de complejización de la misma. Con seguridad, esta complejización tiene que ver con el hecho de que al lado de la medicina científica ha llegado el descubrimiento, el uso y la ampliación a la sociedad, además, tanto de medicinas no tradicionales, como de medicinas alternativas.

El falso dilema entre medicina homeopática y alopática, así como entre medicina científica y no científica se hace cada vez difuso y problemática. La sociedad está aprendiendo que la coexistencia, la complementariedad, digamos, entre los tres tipos principales de medicina hoy por hoy –la científica, la no tradicional y la alternativa- sólo puede traducirse en un mayor respeto por el paciente, y en mejores condiciones de vida con calidad y dignidad crecientes.

En términos de complejidad, podemos decir que hemos comenzado a aprender que la salud es un concepto disipativo a la manera como I. Prigogine nos ensaña acerca de las estructuras disipativas (en contraposición con las estructuras conservativas), y que la no existen dos cosas: salud y enfermedad, sino un continuo vago: salud-enfermedad.

La salud es un fenómeno que comienza en algún lugar antes del ser humano, que atraviesa al ser humano y que termina en algún lugar después del ser humano. Así, asistimos, en realidad, a la desantropomorfización de la medicina. Es decir, ella ya no es una disciplina, ciencia o práctica que forme parte, en sentido laxo, de las ciencias sociales y humanas. También el planeta enferma y sana, y la naturaleza misma es este continuo vago mencionado.

Con toda seguridad, cualquier batalla contra la naturaleza la perderá, irremisiblemente, el ser humano. Las medicinas alternativas y no tradicionales han llegado para sacar a la medicina científica de su autismo, y ellas a su vez pueden aprender de algunos avances importantes de la medicina científica.

-¿Qué necesita América Latina para avanzar científica y tecnológicamente?

M. Cereijido lo dice de una manera hermosa: América Latina no ha producido ciencia, sino científicos; y tampoco ha producido tecnología, sólo tecnólogos. Nuestras universidades cuentan a sus estudiantes máximo como cohortes, punto.

De otra parte, en los currículos de ciencia y tecnología no existe prácticamente ningún capítulo serio, por decir lo menos, acerca de la ciencia y la tecnología en América Latina. Y esto incluye a la ciencia y la tecnología precolombinas, tanto como las de la Conquista hasta nuestros días.

La conquista española primero, y luego la dependencia excesiva hacia los Estados Unidos nos robaron nuestra propia historia, un fenómeno sobe el cual J. Goody, de la Universidad de Cambridge ha llamado lúcidamente la atención.

Debemos poder avanzar con una mirada hacia el pasado tanto como hacia el presente y el futuro. Y entonces podremos avanzar científica y tecnológicamente. Indudablemente, para que América Latina pueda avanzar en ciencia y tecnología se requiere, en primer lugar, que las élites dirigentes, los gobiernos y los Estados tengan confianza en su gente, como en ellos mismos. La formación de capital social, capital humano y capital intelectual es la gran fortaleza de las sociedades y los países hoy y hacia futuro. Ello implica políticas agresivas e inteligentes de promoción y fortalecimiento de las Universidades, grupos de investigación y publicaciones prestigiosas.

Ciertamente que todo ello pasa por políticas fiscales que permitan reconocer que el conocimiento es una política social transversal. El caso de Brasil es bastante ilustrativo. Brasil se propuso hace varios lustros una política de Estado en este sentido y lo está logrando. Incluso Brasil se encuentra realizando negociaciones-país con Europa, Estados Unidos y Japón para que su propio sistema de ciencia y tecnología sea reconocido dentro de los indicadores mundiales de cienciometría. Los gobiernos de los demás países de América Latina deben poder aprender estas experiencias de Brasil.

Actualmente, en el Ranking de Shanghai de las 500 mejores universidades se encuentran 10 de América Latina, así: una de México, una de Argentina, dos de Chile y seis de Brasil. En el índice de Scimago se puede apreciar la dinámica, por países y por áreas de conocimiento. Pues bien, yo creo que estos no son referentes únicamente para los gobiernos, sino también para las universidades y para los propios investigadores.

La sociedad del futuro es, manifiestamente la sociedad del conocimiento basada en la economía del conocimiento. Sólo que el futuro ya ha comenzado. Mientras nuestros países no modifiquen el modelo económico y social tradicional –por ejemplo de sustitución de importaciones; o de exportación de materias primas, y demás-, quedaremos rezagados, una vez más.

Personalmente soy optimista con América Latina, aunque el camino ni es fácil ni automático. Un elemento adicional consiste en el intercambio de profesores y estudiantes también entre nosotros. Tenemos mucho que aprender unos de otros.

-¿Cuáles son los principales obstáculos para eso?

En complejidad no tenemos una sola respuesta; tenemos una serie –no-lineal- de respuestas. Aunque no me gusta esa expresión, digamos, que la solución es sistémica.

En este sentido, los obstáculos principales son: la excesiva dependencia de nuestros países hacia el gobierno de los Estados Unidos, que ha sido la historia tradicional nuestra. Creo que mientras conservamos buenas relaciones con los E.U., debemos también mirar, adicionalmente, hacia otras regiones. Brasil entre nosotros, Europa, los países árabes, la comunidad de países del pacífico, la China, India y Rusia, notablemente.

Asimismo, la inequidad es un obstáculo enorme para el buen desarrollo de nuestras universidades y, por tanto, del conjunto de la sociedad. De manera notable, recursos fundamentales para el buen desarrollo del conocimiento no pueden ser suntuarios: libros, música, computadores, servicios informáticos, y demás. En la mayoría de nuestros países se trata de objetos con precios desorbitantes y que por tanto permanecen como accesibles tan sólo para los más favorecidos. Esto tiene que cambiar. El conocimiento no puede ni debe ser ya un objeto de lujo. Mientras esto no cambie, la base de la sociedad quedará aislada de las dinámicas del conocimiento en el mundo.

Un aspecto puntual y delicado es el bilingüismo. Una de las desventajas de nuestros países son los tamaños de nuestras geografías, y el monolito que representa el español. Para bien o para mal la ciencia se hace hoy por hoy en inglés. El español ha ganado mucho terreno en varias áreas, pero en materia de ciencia y tecnología en general predomina el inglés. Pues bien, la formación de bilingüismo es determinante en este sentido.

Permítame una observación breve en este punto. ¿Cómo fue que el inglés se convirtió en la lingua franca de la ciencia y la tecnología? Todo sucedió en el curso del siglo XVII y XVIII. Una vez que el latín hubo muerto como lingua franca y que los lenguajes vernáculos estaban en su auge, con todo y la historia que pasa por Lutero, la Reforma y la publicación de la Biblia en lenguas vernáculas, la Academia Prusiana de Ciencias se reunió con la Academia Francesa de Ciencias y para evitar un desacuerdo histórico entre ambas culturas acordaron que en lo sucesivo el inglés sería la lengua que reemplazaría al latín.

-¿Qué les falta a nuestras universidades?

La fuerza de nuestras universidades es la misma fuerza de nuestros pueblos y sociedades: la juventud. H. Arendt, en otro contexto, sostenía con razón que el fenómeno político por excelencia es el nacimiento. Pues bien, nuestros países son jóvenes, demográficamente hablando.

Lo propio del joven estriba en que se siente llamado a transformar el mundo. Sueña, desafía, reta, quiere, actúa. Los mayores, por el contrario, han aprendido la paciencia, la responsabilidad, y algunos incluso, para desastre de la sociedad, han aprendido la desesperanza.

Existe un fenómeno elocuente en la vida universitaria a nivel mundial. Se trata del límite de edad para aplicar a una beca de maestría o a una beca de doctorado, como casos más conspicuos. La razón, creo yo, es que el joven tiene aún la capacidad de retar, desafiar, proponer, para no decir aprender. El adulto mayor, digamos, ya tiene responsabilidades familiares, sociales, fiscales y otras, y eso lo ata en cierto modo y le impide la alegría de saber, la Gaya Ciencia, digamos, de que hablaba en otro contexto F. Nietzsche.

Pues bien, lo que quiero decir es que al mismo tiempo que debemos formar jóvenes en el mayor rigor de la ciencia y con pasión por el conocimiento y la investigación debemos poder confiar en ellos. El joven debe aprender de la experiencia de los mayores, y en contextos de ciencia y tecnología, el fundamento de las relaciones entre jóvenes y mayores es el respeto recíproco por el conocimiento.

Nuestras universidades requieren fortalecerse hacia el interior a la vez que construyen puentes sólidos con la sociedad civil, con el sector privado y el sector público. Pero es absolutamente fundamental que la parte administrativa no se superponga a la académica. En las grandes universidades del mundo nadie les dice a los académicos lo que tienen que hacer o no. Entre nosotros la parte administrativa tiene una importancia grande sobre el sector académico y por tanto investigativo.