miércoles, 21 de octubre de 2009

DESARROLLO IMPLICADO

Luz Elena García García [1]



INTRODUCCIÓN







El mundo actual exige tener miradas más amplias de los fenómenos que tengan en cuenta el resquebrajamiento de los modelos de desarrollo científico, económico y social; las formas de legitimación de los conocimientos, y los límites del pensamiento analítico, sistemático y cuantitativo. Una mirada global de la constelación planetaria y el momento por el cual atraviesa el mundo en un devenir socio histórico muestra la paradójica tensión entre la barbarie, el acontecimiento y la tragedia que para la mayoría de la población del mundo representa un desarrollo inequitativo y excluyente, frente a una preconcepción de bienestar, gozo y posibilidad de creación del conocimiento como condición potente de humanidad. En un escenario vital de movimientos, en apariencia sutiles y virtuales, se encubren acontecimientos que cambian el ritmo de las percepciones, las imágenes y la historia. En este escenario, la velocidad, la aceleración y la incertidumbre marcan el tiempo de los acontecimientos, los espacios y los lugares signados por la imposibilidad o impotencia frente a la posibilidad, la historia y la historicidad desde un tiempo existencial vital.



En este contexto surge la necesidad de un conocimiento pertinente, un pensamiento diferente que incluya la particularidad, la contingencia y la incertidumbre en la organización del conocimiento, las configuraciones socioculturales, la educación y el desarrollo, considerados espacios vitales interdimensionales, que han sido limitados por las representaciones que desde lo científico se ha hecho del mundo.



La forma de relación del conocimiento con la sociedad, la educación y la cultura demanda descubrir posibilidades y potencialidades en términos de opciones y alternativas de desarrollo, en las cuales los sujetos y sus práxis con contenidos éticos y estéticos, afrontan el reto de la construcción de una obra histórica propia. Esto implica incorporar nuevas comprehensiones desde diferentes disciplinas, articuladas a los espacios que hoy se viven, un pensamiento que reconozca la necesidad de un conocimiento con conciencia histórica.



El comprehender la conciencia histórica y abierta a posibilidades es construir un telar para hacer tejido, cruzar hilos de conocimientos en forma de red en torno a espacios vivos (sociedad, educación, cultura) en movimientos que superan y traspasan las fronteras definidas, -en interdisciplinariedad-. En este traspaso de fronteras, los sujetos se confrontan a sí mismos, en su calidad de autónomos se cuestionan, resisten y organizan.



Las reflexiones en torno al desarrollo se ponen en escena en este escrito de aproximación y en proceso de construcción, abierto a nuevas aprehensiones que se generen desde la crítica y la reflexión de los diversos actores y la comunidad académica, en general.



Muestra las comprehensiones contemporáneas sobre el desarrollo, que se desprenden de acto de preguntarse ¿qué desarrollo está implicado? ¿quién es el implicado?, desde una compleja red de relaciones entre este concepto con el modo de organizar el conocimiento, la forma de pensar y de contextualizarlo en espacios socioeducativos, culturales y políticos.







EL DESARROLLO IMPLICADO [2] EMERGE COMO UNA NECESIDAD DE UNA AVENTURA POR EL CONOCIMIENTO







“...toda existencia humana es a la vez jugadora y jugada; todo individuo es una marioneta manipulada desde el interior y desde el exterior y al mismo tiempo un ser que se autoafirma en su misma calidad de sujeto [...] El individuo humano, no puede ciertamente escapar a su suerte paradójica: es una pequeña partícula de vida, un momento efímero, una insignificancia, pero al mismo tiempo despliega en sí la plenitud de la realidad viviente.”



Morin, E., Antropología de la libertad





La comprehensión del desarrollo está asociada al modo de conocer y de pensar. La herencia que en la modernidad dejaron las ciencias y las disciplinas a las formas de organización productiva (división del trabajo) y de la sociedad fue el concepto de especialización, a partir de la división de saberes y prácticas que sólo permitieron una mirada parcial y apriorística de los fenómenos, disociada del contexto [3]. Desde una lógica dialéctica simplificadora, el conocimiento se fragmenta: ciencia/naturaleza, desarrollo científico o desarrollo humano-cultural, situación que genera un desdoblamiento en el conocimiento, en el cual la representación imaginaria que el sujeto hace de los objetos es abstracta y esté tiene el carácter de ser observable y controlable, o tienen conciencia histórica y conforman una cultura [4]. Esta comprensión se constituye en un problema epistemológico y de legitimación, articulado al del poder y a las formas que guardan lo que está oculto en los discursos, en la apropiación, transmisión y producción de conocimientos y en los modelos de desarrollo.



Prevalece una racionalidad científico-tecno-eficiente en la concepción del desarrollo que encubre relaciones de poder controlador sobre la naturaleza y las relaciones socioculturales, las cuales, en un mar de contradicciones y tensiones, generan la exclusión de una alta proporción de la población de los procesos de socialidad y de movilidad planetaria o globalizada, con resultados de violencia, exclusión y exterminio que amenazan la existencia de la vida en la tierra y escenifican la barbarie de una civilización en despliegue físico-técnico en apariencia inmanejable desde la interacción: re-construcción-destrucción-mutilación.



Aunque los avances en el progreso, en el crecimiento y en el desarrollo científico-tecnológico han sido significativos, éstos no han logrado resolver los problemas que cada vez afectan a un mayor número de personas: miseria, desnutrición, hambrunas, violencia en todas sus manifestaciones, destrucción, minimización de posibilidades de preservación y humanización (desequilibrios ecológicos, escasez de recursos y desertización, superpoblamientos, movimientos migratorios desproporcionados que rebasan las posibilidades de prestación de servicios de las ciudades).



Son evidentes las grandes contradicciones dentro de la sociedad globalizada entre los avances científico-tecnológicos y la concentración de la riqueza, en contraste con la extensiva y creciente pobreza de grandes masas de población. Las condiciones laborales de alto deterioro en el empleo (subempleo y desempleo) y sociales de exclusión, inequidad y desigualdad (pobreza, desnutrición, bajo nivel de acceso a los sistemas de seguridad social, deterioro de la calidad y cobertura de la educación, entre otras) [5] que afronta la gran mayoría de la población entran en fricción con las de alta concentración de la riqueza y el poder que tienen unos pocos individuos que controlan el mercado mundial de bienes y servicios tecnológicos.



La flexibilidad presente en las nuevas formas de organización productiva (las cuales se alejan de la garantía de estabilidad característica de la modernidad) genera una creciente exclusión del mercado laboral e inequidad en los ingresos. Según Terrén, muchas personas no pueden aspirar a alcanzar la “zona gris de incertidumbre”, por su marginación y exclusión del sistema (desempleados sin oportunidades de sobrevivir, que dependen de un ingreso que no perciben). La educación ya no se mueve por la conveniencia de calificarse para cumplir un papel determinado en el mercado laboral (educación para el trabajo) o por la ilusión de identidad (ser alguien), sino por el miedo a la exclusión (a quedarse por fuera de este mercado).



La organización social regulada cronológicamente es sustituida por la flexibilidad, la gran velocidad de la luz que se expande por el globo, a las cuales, autores como: Virilio, Guattari, Touraine, Camps y Sash, relacionan con “el gran confinamiento”, ante la ausencia de espacios (geográficos, territoriales); la instantaneidad de la comunicación que coarta la libertad; la globalización y el sistema capitalista mundial integrado alrededor del mercado, y que junto con el desarrollo de las redes de comunicación cableadas sustituyen las palabras, las lenguas y el encuentro corporal, des-configuran las representaciones imaginarias intersubjetivas, propias de las culturas, las cuales corren el riesgo de desaparecer ante la pérdida de sus expresiones lingüísticas [6], sígnicas, simbólicas e imaginarias.



La relación entre la sociedad, la cultura y los movimientos globalizadores y planetarios es paradójica. Touraine [7], en su teoría de la sociedad desestructurada, desocializada, manifiesta que la sociedad y la información son dos palabras contradictorias; esta última se encuentra asociada directamente a la tecnología y es definidora de esquemas socioculturales virtuales. Por tal motivo sostiene que aunque la tecnología es necesaria, ésta se ha quedado al margen de la cultura que desconfigura.



Un mundo visual se impone mediante códigos de significación (dinero plástico, transacciones financieras especulativas, productos e imágenes virtuales) y realidades virtuales, que penetran en las subjetividades e intersubjetividades (cada vez más alienadas y desarraigadas) a través de una pantalla, que contacta identidades dispersas, reduce distancias y diferencias y simplifica las culturas, y el yo se disuelve en la massa mediática sin que se percate de su propia identidad y ni la de su grupo social.



Contar con medios informáticos y telecomunicaciones que facilitan la comunicación veloz a través de grandes flujos de información, produciendo cambios en la concepción de tiempo, espacio, lugar e imágenes del mundo, no ha mejorado las relaciones interpersonales y de convivencia entre los sujetos. Por el contrario, como lo afirma Camps: “Crece la desconfianza mutua. Aumentan los suicidios de los adolescentes. Durkheim atribuyó precisamente el suicidio a la desintegración social, a la disgregación individual que convertía a cada persona en un ser anónimo y perdido en medio de la sociedad.” [8]



Ante un escenario trágico que deja ver la sustitución del sujeto vivo (corpóreo, espiritual y mental) por una máquina, una pantalla o un cable, sería pertinente cuestionar el desarrollo entendido como meta física, medio económico o finalidad científico-técnica por alcanzar [9], donde el hombre pareciera convertirse en el medio para alcanzar el fin, en un juego de relaciones y expresiones semánticas dialécticas entre riqueza o miseria, crecimiento o recesión, desarrollo o subdesarrollo, bajo enfoques cuantitativa y cronológicamente considerados como estáticos o dinámicos; para comprehenderlos de un modo ampliado y expandido en formas y contenidos polidimensionales e interdisciplinarios en las cuales se conjugan antagonismos, multipolaridades y complementariedades de los hechos, los fenómenos y los acontecimientos.



La actual tendencia hacia la homogeneización o heterogeneización sociocultural a través del consumo, pretende desaparecer las identidades y desvanecer las subjetividades configuradoras de un tejido cultural en un espacio concreto y real, por lo que la virtualidad lleva a la desaparición del vínculo social. Como propuesta alternativa a la crisis de sociedad y de identidad cultural, Touraine ve la necesidad de “recuperar una sociedad que aporte a las personas el sentimiento de tener un proyecto personal, que les permita reconstruir sus experiencias como parte de algo integrado cultural y socialmente” [10].



El sistema de relaciones culturales, económicas, políticas e ideológicas es dominado por los centros de producción mundial de capital, -Capitalismo Mundial Integrado-, según expresión de Guattari [11], producto del poder de introducción del mercado de signos e imágenes virtuales que cambian las estructuras, los símbolos y el lenguaje articulado y escriturado, por el visual, generando una tendencia hacia la desintegración y agudización de divergencias entre grupos sociales, en un proceso creciente de homogeneización o dispersión.



Situado el problema del conocimiento y el desarrollo en la interacción ciencia-sociedad-cultura, en la forma de pensar y actuar el hombre sobre sí mismo, en la aplicación, sentido y significación de la ciencia en el contexto (global, planetario, particular); autores como Zemelman [12], Morin, Touraine, Guattari y otros muestran la conexión entre las formas de pensamiento, la historia, la política, la ética, la estética y la sociedad, en cuanto las lógicas articuladas configuran formas de razonamiento que surgen del problema no sólo en el modo de conocimiento, sino también, en la aprehensión y construcción de la realidad y en la potenciación de mundos posibles.



Emerge una propuesta reflexiva en la cual las prácticas científicas dialogan con las formas culturales y sociales, desde formas racionales abiertas, críticas y complejas y la potencialidad de ser con posibilidades de alterar herencias y determinaciones en el devenir presente y en perspectiva de actuar con conciencia y responsabilidad histórica.



¿Tiene sentido hablar de lo local en un contexto globalizado?



Muchos cuestionamientos ha recibido el término de desarrollo local, en un mundo donde las distancias se desvanecen, los tiempos se evaporan en la velocidad y la interconexión instantánea, donde los hombres de todas las culturas miran el rostro de los otros a leguas de distancia. En América Latina, las localidades se consideran débiles en sus singularidades e incapaces de afrontar el sistema y tienden a desaparecer con el proceso de descentralización porque carecen de capacidades para ejercer nuevas competencias, responsabilidades y obligaciones en el manejo de su desarrollo.



Las medidas aperturistas, de reducción o reestructuración del Estado han tenido efectos de resquebrajamiento sobre las localidades y las regiones nacionales débiles, las cuales no han podido revertir el proceso histórico marcado por la exclusión y la filosofía que ha orientado el concepto de desarrollo o progreso sujeto a modelos apriorísticos externos. Un aspecto por resaltar es que en los nuevos fenómenos (globalización, mundialización e internacionalización económica) y las políticas para insertarse a ellos han sido ajenos a las condiciones específicas-contextuales de los países y a las singularidades locales.



Además, los principios de bienestar, justicia y fraternidad promovidos en la modernidad; los de igualdad, libertad y apertura pregonados por el neoliberalismo; la seguridad y el control mundial, no operan en la práctica. Se han convertido en un mecanismo de consolidación de poder para los países desarrollados, que fijan las reglas de juego en los procesos de negociación para su beneficio exclusivo y en condiciones desventajosas para los países más pobres.



Si bien tales cuestionamientos en muchos casos obedecen a un estado de lo local hoy, también es cierto que corresponden a una lógica unificadora, donde cualquiera que sea el componente del modelo que se adopte, tendrá el mismo efecto (constante) en todo espacio local, y bajo este enfoque la localidad depende del modelo de acumulación que se obedezca, copie o adapte.



Los pensamientos macrorracionales o macro-orientadores que han generalizado y regulado las dinámicas locales y mundiales, a través de una postura automática o mecanicista que supone una respuesta igual por parte de las localidades a este tipo de lógicas, han tenido consecuencias nefastas sobre estos espacios singulares.



Los hechos anteriores muestran como el concepto de desarrollo, basado en el progreso, se ha convertido en un mito, en un acto de fe. Ni el progreso ni el crecimiento dan garantía de un mejor vivir, ni mayor bienestar para la sociedad en su conjunto, ni siquiera para los sujetos particulares con excepción de algunos pocos. El mercado limita las posibilidades de las sociedades de organizarse de manera creativa y autónoma. La diversidad cultural se ha convertido en un estorbo para el sistema capitalista mundial integrado, por lo que éste tiende a eliminarla. De ahí la prioridad de cuestionar y reflexionar profundamente sobre la re-estructuración del poder capitalista, las nuevas formas de organización productiva, las telecomunicaciones y los sistemas de información que conforman realidades virtuales, des-localizadoras, instantáneas y desconfiguradoras, pero que tambíen representan formas instituidas para concebir el mundo.



El cambio en el desarrollo local y global como mito implica un desafío teórico-práctico complejo. Un primer paso para ello es reconocer que: i) la racionalidad orientadora del desarrollo ha sido asumida de manera parcializada, reductora (técnico-eficiente) y ha dejado de lado otros aspectos relacionados con lo político, sensible, ético, histórico e ideológico, o más bien, estos fueron absorbidos por lo tecnocrático-económico; ii) la racionalización de la razón no tiene en cuenta los mitos y las propias limitaciones de la razón instrumental y moderna, por lo que la mirada sobre los fenómenos resultan igualmente mitificados e ideologizados; iii) la aprehensión del conocimiento como absoluto, se ha convertido en un mito que ha velado los errores, las ilusiones y las limitaciones.



¿Qué desarrollo está implicado?



El concepto del desarrollo mirado desde una concepción contemporánea, crítica y ampliada se sale de los esquemas simplificadores hacia el que tiende un estado de cosas en proceso de ordenación sujeto a un modelo diseñado apriorísticamente y considerado perfecto; para entrar a cuestionar y reflexionar sobre los modelos socioeconómicos, las tendencias hacia la homogeneización y heterogenización de las culturas y las nuevas formas de organización y producción basadas en la flexibilidad, la incertidumbre y la competencia. Implica reconocer el significado limitado desde la dimensión tecno-económica, entendido como: evolución, extensión, avance y progreso, para asociarlos con sus antagónicos, incorporarle lo excluido, ir a la búsqueda de los mitos y las pasiones, al reconocimiento de la irracionalidad de la razón.



Demanda reflexionar permanentemente sobre lo que d'Espagnat expresa como real velado; Bohrn, el orden implicado; Morin, la desobeciencia del cosmos a un plan o programa de desarrollo, y Zemelman, lo que se oculta bajo el concepto de objetividad. Encontrar el fondo, buscar el sentido de los problemas de la realidad, lo que es fundamental y vital en un campo de conocimiento; es un desafío que implica romper con los modelos predictivos y regulados para concebir y pensar el mundo y el desarrollo desde formas originales [13], no como leyes de crecimiento cuantificables, adaptables y asimilables.



Reyes Mate [14] hace alusión a la necesidad de comprender el “mundo del sentido”; de reconocer las formas de racionalización doctrinantes, implícitas en el progreso científico (civilización) que van en contravía del progreso del espíritu humano; la eficiencia y eficacia de las ideas en las cuales:



“...toda nueva interpretación que pretenda explicar los problemas sociales y humanos está animada por el principio que los buenos argumentos puedan cambiar la realidad. Esto tiene una doble consecuencia: por un lado, hay que explicar el progreso real de la humanidad como un resultado del progreso del saber. El saber es la base del progreso social. Y, por otro: como ese saber es un saber científico, el progreso de la humanidad se produce de acuerdo con leyes científicas.”



En los tiempos de hoy, la comprehensión de la realidad se convierte en un ámbito de problematizaciones, en cuanto éstas afrontan una crisis desde la posición contemporánea actual física, filosófica y epistemológica, no obstante que la ciencia se sustentó en su afirmación objetiva y verdadera durante varios siglos, tal como lo expresa Morin:



“Ahora bien, son precisamente los desarrollos contemporáneos de la nueva física los que efectúan un debilitamiento de la idea de realidad. La noción de materia se relativiza en beneficio de la de energía, y se desustancializa relativamente: en primer lugar, la partícula aparecía en parte como corpúsculo (material) y en parte como onda (inmaterial); luego, las nuevas entidades de la microfísica, -quarks-, -cuerdas- y -supercuerdas-. no tienen ya ninguno de los caracteres por los que caracterizamos a los objetos. Más profundamente quizá, las entidades microfisicas parecen situarse entre lo posible y lo real, como si fuese la observación la que catalizara su realidad hic o nunc. La realidad-cuántica está a medio camino entre nuestro tipo de realidad que comporta separaciones/distinciones en el espacio y el tiempo, y lo que acabamos de llamar caos (no ya desorden, sino ausencia de determinación y de distinción).” [15]



En tal sentido, podría asumirse como vacío de desarrollo, la ausencia del mismo cuando su pretensión es de respuesta a un orden predeterminado, establecido desde afuera o inducido, a través de reformas estructuralistas y funcionalistas modernizadoras dirigidas por potencias de desarrollo capitalista, agenciadas por empresas multinacionales e internacionales, orientadas a la sostenibilidad de un modelo (internacionalizador o mundializador de la economía, mas no global ni planetario) para continuar con la marcha de una locomotora moderna que avanza hacia adelante con la promesa de disponer de vagones con puestos de bienestar, justicia y equidad para todos, y en este mismo sentido lo real velado continua en la oscuridad encubierta por el desconocimiento o enfoque parcial del progreso, la visión-misión homogeneizadora, el desarrollo ordenado sobre la propia realidad: ciego, ficticio y externo, en el cual no hay lugar para el “implicado”.



En la comprehensión ampliada, éste tendría la cualidad de evolutivo, regresivo, pero en una concepción diferente a la darwiniana o a la peagetiana. Surge del cambio que genera la desorganización, la deflagración que sufre el cosmos en su movimiento expansivo; tiene relación con una historia determinada, que también es construible, no se restringe a la expansión físico-material y se amplía a la vida en su totalidad, por lo tanto, en su movimiento expansivo y expandido, es a la vez físico-químico, biológico, psicológico; en síntesis, humano complexus o tejido junto, concebido en relación con el tiempo y el espacio (vital, interno y externo).



Las finalidades e incluso los medios serían motivos de reflexión, cambiarían el sentido instrumental (racionalidad tecno-eficiente) por su implicación en los procesos de humanización, que Morin une en un “lazo o hilo de conservación y revolucionante” [16], que se teje con la conciencia que re-conoce la barbarie generada por la civilización desarrollada y a la que es necesario resistirse.



“La primera finalidad es conservadora: se trata de preservar, de salvaguardar no sólo las diversidades culturales y naturales que se ven degradadas por procesos de uniformización y destrucción inexorables, no sólo las adquisiciones de la civilización, amenazadas por los retornos y despliegues de la barbarie, sino también la vida de la humanidad amenazada por el arma nuclear y la degradación de la biosfera, doble amenaza de Damocles originada por la gran barbarie...producto de la alianza entre las fuerzas, siempre virulentas, de dominación, violencia y odio que se despliegan desde los orígenes de la historia humana y las fuerzas modernas tecnoburocráticas, anónimas y congeladas de deshumanización y desnaturalizacón. La segunda es revolucionante...trata de crear las condiciones en las que la humanidad se perfeccione en tanto tal en una sociedad/comunidad de naciones. Esta nueva etapa no podría alcanzarse sino revolucionando ampliamente las relaciones entre los hombres y la tecnoburocracia, entre los hombres y la sociedad, entre los hombres y el conocimiento, entre los hombres y la naturaleza”. [17]



En un pensamiento que permita comprehender el desarrollo desde una realidad abierta a nuevas posibilidades en sí misma, en movimientos inter-dimensionales (físico, ético, social, político, cultural, estético, artístico) e interdisciplinarios (eco-bio-psico-socio-antropológico) [18] emergen otras formas de relación (más allá de la dialéctica): holográmica y dialógica, para moverse en bucle, en forma de torbellinos (retro-recursivos) y tornarse auto-organizativo y auto-determinístico en el horizonte de alcanzar sentido y cualidad de histórico.



El triple movimiento que se propone lleva a la necesidad de mirar el desarrollo desde el holo-trazado propio, en movimiento bucleico como posibilidad de auto-creación del desarrollo en su complejidad, necesidad que emerge de la desorganización que no es más que la crisis entendida como deflagración, despilfarro y destrucción (principios de la termodinámica) para atender su modo propio de ordenación, desorganización, descubrimiento de oportunidades y posibilidades de salida hacia una nueva organización en su carácter recursivo y retroactivo.



En la mirada recursiva, el hombre se enfrentaría al reto del desarrollo como posibilidad potente de auto-organización, auto-creación y auto-producción de su existencia, de su vida, de su realidad en juego con el otro, una realidad que es compleja por su composición físicobiopsicológica en interacción y en este triple movimiento exige reconocer el mito, la imagen, el símbolo imaginario.



En un nuevo entendimiento del desarrollo, éste representa un acontecimiento complejo y en tensión, que por su carácter ahistórico se ha tornado trágico, pero que en su carácter mítico, imaginario y simbólico aparentemente indecible, indeterminable, indecidible, emerge como posibilidad y oportunidad de creación y de esperanza. Ya el telón del tren que cubre el fondo del escenario se cae, para dar surgimiento a una fuerza, a un movimiento que se constituye en el horizonte de creación propia (proyecto).



La expresión en desarrollo alcanza una significación y un sentido diferente, podría hablarse del hombre o sujeto en desarrollo, no como aquel que va detrás de la locomotora, que necesita ayuda para desarrollarse o desenvolverse, sino como la larva que sale de la crisálida protectora para desplegar sus alas o el zemelmaniano vivo, generador de magmas imaginarios en contenidos, formas, orientaciones de sentidos, que se abre camino en medio de senderos ciegos, de cierres auto o limitantes, pero ilimitados en formas, alteridades y posibilidades; es decir, un sujeto poseedor del desarrollo por el cual es poseído.



En ese sentido, un sujeto en desarrollo es un actor-hacedor conciente de su temporalidad histórica, donde él se pone en juego y en tensión con los condicionamientos determinísticos e instrumentales, que se tornan impositivos y hasta incontrolables, en su propia configuración e identificación, y ante los cuales se levanta desafiante, auto-retador; esto es, auto-creador, trazador del propio camino en el que se moviliza, y por lo tanto, un caminante, un transeúnte que cruza los umbrales, un ser consciente de su condición antropoecológica, vivo y contingente.



El desarrollo así comprehendido llevaría a ahondar en las especificidades de cada territorialidad y reconocería la imposibilidad de alcanzar una forma única de desarrollo. Habría que hablar entonces de multi-inter-meta-desarrollo en sus diversas formas, en sus múltiples relaciones de un sujeto en gestación, que emigra de una visión unidisciplinar a otras inter-trans-disciplinarias, en cuanto demanda una mirada ampliada de éste, que va en contravía de concepciones ancladas en la racionalidad moderna, sin pretender excluirlas, más bien integrarlas en caminos de posibilidades de acción contextualizada.



Un desarrollo real implicado alcanzaría diferentes formas y contenidos de objetivación-subjetivada, sería limitado a la vez que ilimitado, se movería entre las fronteras del conocimiento y sus umbrales; sería ideal en tanto que utópico; un sueño del mundo posible donde el sujeto que conoce es quien se potencializa y alcanza su propio horizonte. Es un proyecto de vida que se impulsa hacia adelante, alza el vuelo por encima de la pista y sólo él hace posible su propio movimiento, en razón de sus capacidades, habilidades, actitudes, aptitudes, pensamiento y conciencia.



A la pregunta: ¿qué lecturas realizamos los latinoamericanos para potenciar el propio desarrollo? La posibilidad se encuentra en la capacidad de creación propia, desde la crítica, la apertura y movilización del pensamiento. La necesidad se sitúa en la conciencia histórica que se desarrolla en la organización del conocimiento, la superación de los límites del mismo y la transdisciplinariedad como condición de movilidad del desarrollo. Una interpretación del mundo, del microespacio, de la localidad exige crítica y auto-creación para lograr las potencialidades del desarrollo. La potencialidad expresa la relación entre la voluntad, acción y posibilidad de reconocer los márgenes de acción y actuación en los marcos de las delimitaciones.



La potencialidad de la territorialidad local implica una doble interacción: arraigo y desarraigo del territorio. La doble conjunción: arraigo y desarraigo expresa una necesidad de un sujeto en construcción de sí mismo, de su propia realidad, en el camino de pensar, conocer y asumirse desde una postura re-constructora, que exige movilidad hacia nuevas problematizaciones relegadas por la lógica de la eficiencia y la velocidad. Este es un movimiento interno angustioso, agonizante, de confrontación entre lo conocido y desconocido, que lleva a dar saltos migratorios entre el arte, la política, la ciencia y la conciencia.



En el marco de las reflexiones anteriores, la localidad se sitúa en el intersticio de la territorialidad emergente como campo de conocimiento en creación y expansión. Comprendida como vitalidad, necesita la incorporación de los tres campos territoriales que conforman un complejo vivo: corporal, espiritual y cerebral. Desde estas nuevas connotaciones, el territorio local alcanza una nueva significación desde lo biopsicológico, asociado a la existencia vital, implica formas de relación dialógica vinculadoras e incluyentes, en un espacio temporoexistencial [19] local situado en la tierra y el cosmos.



El espacio local se configura en la acción morar, habitar, situarse el hombre en su terruño [20], en la tierra: vivir una aventura propia desde una cartografía que éste mismo traza en un espacio, tiempo y lugar, sensible y apropiada a la condición humana. Los espacios, los tiempos y los lugares además de estar trazados con tinta de su propia sangre, son singulares y mundanos; proyectan el escenario de quien está ahí, el dashein, de quien reside o mora en ellos.



El hombre en el espacio local es un ser vivo que florece, como un ave del paraíso que irradia su vapor, formando surcos en el aire en un remolino de palabras e imágenes que muestran su fragor, el de una nebulosa y densa emanación de una nube de partículas y vientos huracanados que se desprenden desde sus abismos formando figuras siempre nuevas, afrontando tormentas que brotan desde su existencia.



La vida es como un libro, con hojas plegadas, desplegadas y plegables, en forma de abanico abierto y hermosamente dibujado y tallado; es un lienzo que revela un sentido de existencia ubicado en un marco de esperanza, de pasión, de deseos, de intereses por lo desconocido, de búsqueda de un camino posible hacia la aventura. Es una obra de arte inconclusa que contiene en sí una realidad en vías de creación y de potenciación. Artífice de una realidad local, global, planetaria, imaginada, el sujeto en desarrollo es un ser poseedor de un juego que está en sus manos: vida-muerte-renacimiento, sentido-sinsentido-posibilidad.



El desarrollo es una “continuidad concurrente” de tensiones, de revoluciones, de resistencias, desde lo transformable, lo mutable, lo potencializable; es pérdida de lo que es, desvanecimiento de lo trazado, para la emergencia de un ser con voluntad, voluntad de ser, de metamorfosear-se, de aproximarse a la muerte-, en la medida que se hace y se vive en el laberinto de pliegues y despliegues; que se reconoce en el carácter mítico de la vida, situado aquí, ahora, desde la razón sensible y en movimiento.







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