Gloria Tobón Vásquez*
Sobre el tiempo que se repliega... se condensa en calendario
La concepción moderna del trabajo y la educación no tiene espacio para un tiempo vagabundo que altere la ideología productiva y el orden establecido. La disciplina como estandarte temporal Hostiga el Ocio Subversivo y es acosado por los administradores temporales, extrañando el Gozo Creativo, las ideas gestadas en la atemporalidad, la productividad atizada por la imaginación, el ímpetu transformador de los espíritus Ociosos Que Viven Inconscientes Tiempos Policrónicos.
La percepción de un tiempo racional que se instala sometiendo el lado sensible del pensamiento, normaliza la acción del individuo, conduciéndolo a la repetición maquínica donde nada sorprende: los productos terminados son copias repetidas de un original irreconocible, los movimientos autómatas del hombre en turno laborioso desgarran necesidades y sentires, la mano creadora se contrae en la pérdida de la gesta, la mente ideadora se aquieta y el espíritu ausente espera.
Monocronismo infatigable de un tiempo laborioso que sólo puede avisorar “progreso" colonizando en su paso los mundos sociales, culturales y existenciales. Tiempo metódico controlado y disciplinado por las organizaciones e instituciones, rigurosamente administrado por los hombres grises, hecho cronómetro calendario por el Hombre de la calle.
El presente se condensa, se instrumentaliza en un espacio unidimensional donde la naturaleza óntica reprime su fluido vital expansivo. “Una vez que la temporalidad hegemónica se constituyó en una sucesión de horas y minutos y no de experiencias, una vez que el trabajo y el saber se descompusieron en una serie de destrezas parceladas... se institucionalizaron como espacios cerrados, homogéneos y estandarizables, pudieron acumularse” (Terren, 1999, P. 74)
La modernidad ilustrada marcó su sentido histórico del tiempo: la linealidad económico-racional, las élites sociales y económicas las institucionalizaron, supuso una comprensión de la vida basada en la acumulación para el futuro, el agenciamiento de formas de regulación social, que mostraban la relación costo-beneficio de la mayoría de edad, un desarrollo paradójico del hombre hacia la libertad encadenado a la relación deteriorada con la naturaleza, las prácticas sociales y con su propia subjetividad.
Los adelantos ingenieriles técnico - industriales, la vida ordenada, la herencia modelativa monástica y militar, permitieron la eficacia por su uniformidad, programación y aprecio de un tiempo legitimado y valorado por el capitalismo pre y pos industrial. "Una minuciosa maniobra de dominación por la que el tiempo unidimensional y acumulable colonizó la vida social en general y la práctica educativa en particular" (Terren, 1999, p. 75). Una educación rentable es aquella que sabe distribuir las potencialidades y cualidades del individuo desde ritmos y latidos foráneos a su sentir.
La escuela legislada por las políticas sociales, legisla a su vez, el tiempo del conocimiento: cronogramas, horarios, diario de actividades, permiten entrar al redil los espíritus domesticados y vigilar el tiempo ocioso. La disciplina estandarte del orden y control de la voluntad, regula desde su interior la realización progresiva de una ideología educativa racionalista, compartimentada y replegada en un tiempo Hechizado. Así duerme la modernidad retardada... maldecida por otro siglo sin instantes.
Esta concepción del presente suspendido en la racionalidad irreversible, da paso al pasado sólo como historia, para ser contada en el futuro, no hay lugar para representaciones, sensaciones e intuiciones del tiempo del inconsciente, del tiempo cualidad (Minkowski, 1982, P. 21) así la siniestra rutina reduce al ser a un inclemente repetir de acciones, discursos y comportamientos, expulsando la originalidad, la aventura y la osadía, adjetivaciones sazonadoras del espíritu ocioso del hombre. Así el ser sumido en la indiferente quietud, es conducido al absurdo de mundo: Yalon citando a Camus, (1980, P. 510), sigue diciendo:
El protagonista del extranjero, continuamente repite: "Todo me da lo mismo". Asiste al funeral de su madre, copula, trabaja y mata a un árabe en la playa, siempre sumido en el mismo estado de profunda indiferencia.
El tiempo suspendido se descompone en su repliegue y el humano que depende de su medida, sucumbe en el aburrimiento, en el sinsentido: la responsabilidad, la libertad, el significado de la vida y la acción... todo le da lo mismo, indiferente al dolor y al sufrimiento, es ajeno a la oscuridad y a la luz acontecimental, el ser apresado en la rutinaria seguridad de las horas del reloj, se sume en un activismo sin significado, en un vacío de sentido que lo conduce a la desesperación.
El individuo se sustrae de toda responsabilidad por el tiempo vivido, los sucesos del mundo no le comprometen, son ajenos los males sociales que acosan con hambre, pobreza y guerra, los desastres naturales provocados por el abrasivo desarrollo económico y tecnológico, ajenos a la soledad y el aislamiento de las horas muertas, no tiene decisiones que tomar en “el afuera” su subjetividad se ha “extrañado del mundo”. Sobre esta situación escribe Kurt Reinhardt (1952; p. 235):
“Algo terriblemente misterioso se interpone entre él y los objetos familiares del mundo, entre él y sus semejantes, entre él y todos sus “valores”. Todo lo que había considerado suyo se apaga y se hunde, hasta que ya no le queda nada a lo cual aferrarse. Lo que le amenaza es “la nada y se queda solo perdido en el vacío”.
Las relaciones con la subjetividad, el entorno social y natural tiende a “extrañarse" cada vez más, Las acciones humanas son ciegas a las prácticas destructivas y parcializadas de estos ámbitos de la vida. El absurdo se ha instalado. Una oscura noche separa al hombre del mundo; transformado en medusa, todo lo que desea y vive lo convierte en piedra y muerte.
Simultáneamente el hombre se resiste a la angustia que produce la relación con el absurdo, el yo ocioso se levanta de su muerte, se opone al mundo en un presente que vive su participación. Un presente continuo. de-viene en: vida-muerte-renacimiento (Morín, 1999) sobre este fluir dialógico de la existencia en que es arrojado con un grito de angustia y se afirma más allá de la muerte, nos conversa E. Morin: (1999, P. 106), La muerte traduce la exigencia dialéctica de la individualidad: salvarse de la destrucción al mismo tiempo que insertarse más íntimamente en el mundo. Oponerse al mundo, a la vez que participar en él totalmente. Así ocurre con la juvenilidad que insiste en permanecer en el itinerario de la vida, mientras participa en las experiencias del mundo y se experimenta así misma. Así Hablaba Zaratustra en el viajero:
“Yo soy un viajero y un trepador de montañas dijo a su corazón; no me gustan las llanuras y parece que no puedo estarme quieto mucho tiempo. Y sea que quiera mi destino o la eventualidad no me aguarde, siempre será para mí un viaje y una ascensión: a la postre se vive uno a sí propio solamente”.
*Psicóloga, Universidad Católica de Manizales
BIBLIOGRAFÍA
BACHELARD, Gastón. La intuición del instante. Buenos Aires Siglo XX.
BENJAMIN, Walter. La Metafísica de la juventud. Barcelona: Paidós. 1993.
ENDE, Michael. Momo. Ed. Alfaguara, 1989.
HEIDEGER, Martín. El concepto de tiempo. Madrid: Troha. Conferencia Pública (julio 1924, traducción Castellano, 1999).
MINKOWSKY, Eugene. El tiempo vivido, México: Fondo de Cultura Económica. 1972.
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. Barcelona: Kairós, 1999.
TERREN; Eduardo. Educación y modernidad. España: Anthropos, 1999.
YALON, Irvin. Psicoterapia existencial Barcelona: Herder, 1984.
miércoles, 21 de octubre de 2009
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